jueves , marzo 28 2024

Opinar no es un delito: reflexiones sobre la libertad de expresión

Rumbos expresa su solidaridad con el periodista Rafo León que el próximo 3 de mayo sería condenado por difamación agravada. El caso deja muchas dudas y se presenta como una amenaza contra la libre opinión de los peruanos

Opinar no es un delito. Las leyes peruanas garantizan la libertad de expresarse a todos sus ciudadanos, sin ser perseguidos por sus pensamientos e ideales. Escuchar, tolerar y respetar las voces disonantes es uno de los pilares del sistema democrático, y, a la vez, una de las grandes diferencias con las tiranías y sociedades absolutistas.

Periodista Rafo León seria condenado por difamación agravada. Foto: El Popular
Periodista Rafo León seria condenado por difamación agravada. Foto: El Popular
La defensa del derecho a opinar siempre será una causa justa. La indiferencia es el primer paso en el camino que conduce hacia la mordaza y la censura. Nunca hay que quedarse callado ante estas situaciones ni ser cómplices silenciosos de los que quieren uniformizar los pensamientos, entonces, ser solidario con el perseguido es un deber ético y moral que va más allá de las simpatías personales o las cercanías ideológicas.
Si esa no es nuestra respuesta como sociedad, seremos culpables del silenciamiento de otras voces, muchas voces, todas las voces. Y es que cuando se calla a cualquier ciudadano –por más que no compartamos su forma de pensar o expresarse- se nos está acallando a todos.
Desde esa concepción principista, en Rumbos no podíamos ignorar ni dejar de mostrar nuestro apoyo al periodista Rafo León, quien podría terminar en la cárcel por decisión de una jueza que, en el mejor de los casos, pareciera tener graves problemas de comprensión lectora.
Esta semana, el conductor de Tiempo de viaje describió en su cuenta de Facebook el juicio kafkiano que viene afrontando. El proceso se inició en 2014, tras la publicación del artículo Qué hacemos con la primita en su columna Dueño de nada de la revista Caretas. En el texto, León, valiéndose de la ironía y el sarcasmo, critica la editorial El síndrome de Susy, firmado por la entonces editora general de El Comercio, Martha Meier Miró Quesada.
La pluma afilada del autor de la famosa China Tudela causaría estragos en la destinataria de esas palabras. Meier lo denunciaría por difamación agravada en el 42 Juzgado Penal – Reos Libres de Lima. Hecha las diligencias de ley, todo parecía encaminarse hacia el archivamiento o absolución. Nada más lejos de la verdad. Esta semana el acusado fue notificado de que su sentencia será  leída el próximo 3 de mayo.
En términos simples, León será declarado culpable. De allí surge la indignación y la protesta. Y es que el artículo –que hemos leído detenidamente- no difama a Meier en ninguno de sus puntos. Es irónico y sarcástico, eso sí, como muchas de las columnas que se publican diariamente. Solo unos ojos malintencionados o sancionares, podrían encontrar algún disparatado argumento para sentenciar al autor. Y eso es lo que preocupa.
Qué motiva a la jueza Susan Katherine Coronado Zegarra a condenar a un periodista que, amparado en su libertad y en las leyes nacionales, hace uso de su derecho de opinión. O es acaso que se quiere marcar un precedente nefasto, para provocar la autocensura. Esas son las razones por las que hacemos un alto en nuestros rumbos cotidianos, para alzar nuestra voz de protesta en defensa de los principios democráticos.
Estaremos alertas. No por un malentendido espíritu de cuerpo o relación de amistad con Rafo León. Somos solidarios porque queremos que todos los ciudadanos del país que recorremos apasionadamente, sigan expresándonse sin temor a las caprichosas interpretaciones de una jueza que no entiende -o acaso olvida- que opinar no es un delito en el Perú, que opinar no es sinónimo de difamación.

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