Oasis

Los oasis permiten que emerja vida.

La ciencia explica que estos acuíferos provienen del subsuelo. Algunos son milenarios; han estado hundidos bajo arenas desérticas desde épocas en las que en esas tierras caían aguaceros. Otros, dicen, son posibles gracias a que en los breves períodos de lluvia que hay en los desiertos el agua se filtra y encuentra espacio en las profundidades. En ambos casos, producto de complejos procesos geológicos, esa agua vuelve a la superficie formando pequeñas lagunas, a partir de lo cual todo alrededor comienza a reverdecer.

Este fenómeno es una metáfora de las siguientes historias: en zonas de Venezuela que son desiertos de noticias han surgido oasis informativos. Como el agua de otros tiempos que regresa a la superficie, periodistas buscan sortear limitaciones creando iniciativas que les permitan ejercer su oficio.

A pesar de tanta aridez.

Seguramente hay más, estas cuatro son solo una muestra.

Erick Lezama

Radar Informativo

Amazonas

La referencia del sur

Dos periodistas imaginaron un programa de radio, independiente, para informar lo que ocurre en Amazonas. Desde 2019, han articulado un equipo de 13 colaboradores, y aspiran que la iniciativa, más que un espacio radiofónico, sea una organización sostenible que brinde formación a periodistas y a ciudadanos. Carolina Azavache, una de las fundadoras, cuenta parte del recorrido.

TODO COMENZÓ GRACIAS A UNA AMIGA. Ella tenía un noticiario en Marawaka, una emisora de radio local, y lo hacía prácticamente sola. Estaba a cargo de las coberturas, de la producción y de la narración al aire de las informaciones. Además, como por si fuera poco, debía cumplir con otras tareas administrativas dentro de ese medio. Se sentía exhausta. Un día, fui a visitarla junto a Kisme Evaristo, otro colega, y, en el porche de su casa, nos dijo que necesitaba ayuda:

¿Por qué no se encargan ustedes del noticiero?”, nos preguntó.

No me esperaba semejante propuesta, pero no me resultó descabellada. Porque Kisme y yo llevamos años cubriendo lo que ocurre en Amazonas, en el extremo sur de Venezuela, y nos llamó la atención tener un espacio propio para difundir lo que hasta entonces reporteábamos a través de nuestras propias redes sociales. Ese mismo día, sin darnos cuenta, comenzamos a imaginarnos al frente de un programa donde pudiéramos hacer lo que nos apasiona: informar. Eso sí, con libertad e independencia, como creemos que debe hacerse el buen periodismo.

Amazonas

Esta iniciativa periodística se mantiene en un estado en el cual, de acuerdo con esta investigación, 6 de los 7 municipios que lo componen son desiertos de noticias. Solo no lo es Atures, en el extremo norte de la localidad, en la frontera con Bolívar y Apure.

Kisme y yo mantuvimos largas y fructíferas conversaciones que nos permitieron ir madurando el proyecto. Cuando lo tuvimos más claro, redactamos un documento con los principales planteamientos, y mi amiga se lo presentó a su jefe, a quien le encantó que nosotros hiciéramos el noticiero. Como productores nacionales independientes, nos alquiló un espacio en la grilla de contenidos, de 6:00 a 7:30 de la mañana. Lo pagábamos con nuestro propio dinero. Era una apuesta, ni más ni menos: queríamos hacer las cosas bien y, con el tiempo, poder tener anunciantes que nos permitieran ser sostenibles.

Así arrancamos este proyecto que, al principio, llamamos “Radar informativo”. Salimos al aire por primera vez el 26 de agosto de 2019. Éramos 4 personas: Kisme y yo en cabina; dos colegas que nos acompañaban en la producción. Kisme llevaba las redes sociales, en las que también informábamos lo que transmitíamos al aire.

*

Nos iba bien. Pero en Puerto Ayacucho hay muchos problemas de transporte. Circulan pocos buses y escasea el combustible. Para llegar temprano a la radio, teníamos que pagar mototaxis de nuestro bolsillo. Después vino un desafío más grande: aparecieron diferencias editoriales con el director de la radio, porque, al parecer, no entendía que el espacio no le pertenecía, que el nuestro no era un proyecto de la emisora, sino un espacio independiente. Por todo ello, acordamos hacer un ajuste en el horario y mudarnos de dial.

Hicimos la propuesta en la emisora Raudal Estéreo, que forma parte del Vicariato apostólico de Puerto Ayacucho y pertenece a Fe y Alegría. Allí ya tenían un espacio informativo en la mañana, por lo cual solicitamos que nos ubicaran más bien en la tarde, a las 5:00, como productores independientes. Luego de varias reuniones, llenas de cordialidad, nos admitieron.

Ese mismo día, sin darnos cuenta, comenzamos a imaginarnos al frente de un programa donde pudiéramos hacer lo que nos apasiona: informar.

Arrancamos con el programa de 5:00 a 6:30 de la tarde. Cuando sentíamos que el viento por fin estaba a nuestro favor, todo cambió. Para nosotros y para el mundo. En marzo de 2020 decretaron la pandemia de covid-19. Ante esa circunstancia, se nos hacía difícil seguir el ritmo que habíamos mantenido. No podíamos salir al aire a las 5:00 de la tarde porque no teníamos transporte para volver a nuestras casas, y porque había muchas restricciones de movilidad por el confinamiento. Por ello, volvimos a cambiar de horario. Ahora iríamos al aire de 3:00 a 4:30 de la tarde. Y aprovechamos para modificar nuestra identidad: pasamos de llamarnos Radar Informativo a Radar de Amazonas, que es como ya nos estaban conociendo dentro y fuera del estado.

Cuando Kisme tenía su vehículo en buen estado, me pasaba buscando. Cuando no, caminaba tres o cuatro cuadras, y llegaba hasta un puesto de bomberos o policías a quienes les pedía que me ayudaran a llegar. No podíamos parar porque en momentos como esos –convulsos, de incertidumbre– la sociedad necesita información. En Amazonas la gente se nutre de la radio. La única restricción era que hacíamos las entrevistas vía telefónica, y en cabina solo estábamos Kisme (que además hacía de operador) y yo.

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Actualmente, somos un equipo de 13 personas, 6 de las cuales tenemos la mayor responsabilidad del programa. Los demás son colaboradores y voluntarios: hay periodistas deportivos, otros que abordan el tema medioambiental, unos cuantos que cubren sucesos. Rentamos una oficina, que pagamos con los ingresos de nuestros otros trabajos. Allí funciona nuestra sala de redacción. Hay editores, audiovisualistas, diseñadores. La pauta la va marcando la dinámica noticiosa del día o de la semana. Nos interesa llevar información periodística de distintos temas: Derechos Humanos, comunidad, salud, política, economía, mujeres, comunidades indígenas.

Para sacar adelante este proyecto, todos tenemos otros trabajos: algunos forman parte de la administración pública, otros colaboran con distintos medios, y otros trabajan con organizaciones de la sociedad civil. Tenemos gente que forma parte de Una Ventana a la Libertad, Ipys-Venezuela, Griam, Kapé Kapé, el Observatorio Venezolano de Violencia. Esto creo que es bueno, porque a la vez alimenta nuestras coberturas de las informaciones que esas ONG producen.

Tratamos de llegar a todos los rincones del estado, pero sigue siendo muy difícil hacer cobertura en municipios remotos. Ir a comunidades indígenas, por ejemplo, es complejo. Primero porque no podemos aparecer allá con las manos vacías, pues son personas que viven en contextos muy vulnerables y esperan que los ayudes de algún modo. Pero además, hay un problema logístico. Aquí son contados los periodistas que cuentan con un vehículo propio. Si lo tienen, y está en funcionamiento, se les hace cuesta arriba conseguir combustible. Hay algunos municipios a los que solo podemos trasladarnos vía aérea o fluvial. Esto implica unos costos elevadísimos que no podemos cubrir.

Se trata de un contexto que tiene una incidencia significativa en nuestras coberturas. Hay muchas zonas fronterizas de las que nos llega poca información. Lo que hacemos es apoyarnos en las comunidades en la que tenemos contactos: la gente nos llama para contarnos lo que sucede. También aprovechamos cuando vamos a hacer trabajos para nuestros otros empleos y levantamos información sobre cosas que ya sabemos que pasan.

En este momento, como nos lo planteamos al inicio, nos vemos como una organización que levanta y reproduce información en distintos formatos, pero también nos vemos como un espacio que quiere formar al resto de los periodistas de Amazonas. Para tener ojos en más lugares. Para que podamos hacer proyectos colaborativos. Para avanzar en nuestra meta de hacernos robustos, fuertes. Nos hemos planteado formar a nuestras fuentes, para que entiendan el valor de la información, para que tengan criterio.

Debemos seguir trabajando en la forma de obtener ingresos. Hemos hecho cosas con organizaciones, hemos obtenido algunas subvenciones y eso nos ha ayudado a ir dándole forma a este radar. El tema económico, que a los periodistas nos cuesta tanto, es crucial. Queremos, en un futuro no muy lejano, dedicarnos solo a esto y convertirnos en la referencia informativa del sur de Venezuela. Ese es nuestro lema. Así de grande nos vemos.

CAROLINA AZAVACHE nació en Amazonas y es descendiente del pueblo indígena Baré. Se formó como periodista. A lo largo de su carrera ha cubierto diferentes fuentes informativas. Actualmente, trabaja como investigadora para distintas organizaciones sociales. Es cofundadora, junto a otros periodistas, de Radar de Amazonas.

Ricardo Tarazona

Yaracuy

Periodismo sobre dos ruedas

El reportero Ricardo Tarazona comenzó a visitar comunidades aisladas de Yaracuy para comunicar, en sus propias redes sociales, las realidades sobre las que las autoridades no informaban. Lo hacía en bicicleta porque no tenía cómo trasladarse. Esto es parte de lo que ha vivido.

NO COMENCÉ COMO PERIODISTA. Al principio, mi rol era más bien el de apoyar a quienes salían a “patear la calle” y a quienes se paraban ante los micrófonos a informar. Me decían: “Ricardo, ayúdame a meter un audio aquí” o “edita esta pieza para que tenga calidad”, y yo lo hacía. Con respeto, claro, pues eso que ellos hacían me resultaba admirable.

En aquel entonces era un adolescente. Tenía 17 años cuando inicié mi paso por medios radioeléctricos en departamentos de edición y montaje. Con el tiempo fui haciendo una carrera y llegué a ser jefe de operaciones de varias emisoras de Yaracuy. El entorno laboral, naturalmente, me fue acercando más y más al periodismo, hasta que terminé sumergido en este oficio al que le he dedicado la vida.

En algún punto, comencé a estudiar Comunicación Social en el núcleo de Barquisimeto de la Universidad Cecilio Acosta (UNICA), pero cuando iba por el 3er semestre me convertí en papá, me obligaron a casarme y dejé mis estudios para dedicarme a trabajos que me producían más ingresos. Lo que ganaba en la emisora no me alcanzaba. Siempre ha sido difícil vivir de los medios.

Yaracuy

Yaracuy está compuesto por 13 municipios. Solo 4 de ellos no son desiertos de noticias. Ese es el espacio en el cual nació y persiste esta iniciativa periodística.

Tres o cuatro años después, ya más estable económicamente, intenté volver a la UNICA, y me encontré con que la matrícula tenía un costo que me resultó muy elevado. No podía pagarlo. Yo quería estudiar, tener un título, así que me inscribí en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Era lo que estaba a mi alcance. Ahí comencé desde cero (pues no me convalidaron los semestres que avancé en la otra universidad), consciente de que era una institución con una fuerte carga ideológica, política, alineada con el partido de Gobierno. Sabía que no tendría la mejor formación, pero me prometí que no sería una limitante para ser un buen profesional.

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Cuando me gradué en 2015, el país se tambaleaba. Habían pasado las protestas de 2014, que dejaron no sé cuántos muertos; había escasez de medicamentos y de comida; y los servicios públicos apenas funcionaban. Me inquietaba que la mayoría de los periodistas de Yaracuy casi no cubrían esa crisis que no paraba de profundizarse. Y, en contraste, notaba que los periodistas de Caracas, que para mí eran una referencia, sí lo hacían. Desde la certeza de que ese era el periodismo que se necesitaba, comencé a hacerlo por mi cuenta. Así me inicié en el periodismo de comunidad en Yaracuy.

Fue algo que hice por instinto, por vocación. Como no tenía un empleo en ningún medio, publicaba en mis cuentas de redes sociales lo que reportaba. Claro que yo quería trabajar en Promar tv, en Televen o Yaracuyana de televisión; y mandé mi hoja de vida, pero nunca me llamaron. Por eso, sin complejos, seguí haciendo periodismo en mi Twitter y en mi Facebook.

Desde la certeza de que ese era el periodismo que se necesitaba, comencé a hacerlo por mi cuenta.

Poco a poco, me fui ganando la confianza de la gente de esos caseríos que visitaba. Como se dice en el argot periodístico, fui cultivando mis fuentes con constancia y paciencia. Me di cuenta de que todo tenía sentido cuando esas personas comenzaron a llamarme para avisarme que iban a salir a protestar o cuando necesitaban denunciar algún problema. Eso me hacía sentir que lo estaba haciendo bien porque un periodista debe ser, en esencia, un servidor público. Nos debemos a la gente. Y ahí estaba para oírlos y publicar lo que les ocurría.

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Un hito que me transformó y que reforzó mi compromiso como periodista fue la pandemia. Debido al confinamiento y a que no había gasolina en Yaracuy, ya no podía movilizarme en transporte público ni en moto. Eso me angustiaba, sobre todo, debido al clima de opacidad que imperaba en aquellos días. En el estado los médicos no podían dar información acerca del covid-19. El único con la autoridad para hacerlo era el gobernador: los jueves había un programa en el cual él aparecía para decir cuántos contagiados y muertos había habido en la semana. Pero no había forma de hacerle seguimiento o de verificar si lo que decía era cierto.

Yo no podía conformarme.

Una vez, dijeron que en una comunidad había muchos contagiados con el virus, que nadie podía salir de allí, y que el gobierno local les estaba llevando comida. No podía quedarme de brazos cruzados. Así que busqué una bicicleta rin 26, me puse un casco de prensa, un tapaboca y fui hasta allá. Así comencé a visitar comunidades a rueda y pedal. No tenía cultura de ciclista, era un principiante, solo había manejado bici de pequeño, y me costó adaptarme. A veces me enredaba con el tapaboca, el casco, el teléfono, el micrófono.

Lo que conseguí en esos recorridos fue muy interesante. Ambulatorios que no tenían insumos, comunidades aisladas con 50 afectados que no tenían ni qué comer, comunidades sin agua, sin poder movilizarse, policías que se llevaban detenidas a las personas porque las encontraban en la calle. Yo no hubiera podido conocer esa realidad si no me hubiese movido. Esa era la cara opuesta a lo que el gobernador decía los días jueves. Lo que publicaba se viralizaban. La gente decía: “Ah, mira en Yaracuy hay un periodista que busca información en las comunidades en bicicleta”.

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No he parado. Ahora tengo una moto, entonces alterno entre la moto y la bici. Sigo cubriendo comunidades con enfoque de Derechos Humanos. Siempre que llego a cada pueblo o caserío y pregunto cómo están los servicios públicos, cómo están las viviendas, cómo están las escuelas. He visto colegios sin pupitres, otros sin techos. Esa es la realidad que se repite en municipios aislados a los que cuesta ir.

A diferencia de aquellos años que comencé a hacer esto solo, hoy cuento con el respaldo de algunas plataformas que valoran mi trabajo. Varios de los medios que nunca me llamaron para ocupar alguna vacante, me contactaron para hacer alianzas o para pedirme que les enviara notas informativas. Colaboro con Qué pasa en venezuela, Promar TV, El Madrugonazo, VPI. Son ventanas que agradezco porque ayudan a visibilizar lo que sucede en Yaracuy. Son amplificadores. Pero me mantengo publicando en mis propias redes porque mi compromiso es con la audiencia que he ido construyendo a lo largo de estos años. La gente ha creído en mí y no puedo desentenderme de ellos. Por eso procuro a toda costa mantener mi independencia, mi autonomía, pues me siento orgulloso de ese tejido que me ha costado hilvanar.

No vivo solo del periodismo, sería genial estar en un solo medio, pero no es posible en la Venezuela de estos tiempos. Me ha tocado alternar el trabajo periodístico con otros roles que he aceptado para sostenerme y sostener a mi familia. Lo que hago es que tres veces por semana salgo a cubrir la comunidad, y el resto del tiempo me la paso asesorando clientes en mercadeo, manejando redes sociales, haciendo videos y fotos de productos. No es que me guste mucho, no me siento tan cómodo, pero a veces puedo obtener más ganancia haciendo eso porque los medios que pagan son incentivos que no corresponden a un sueldo.

Hay otras limitantes para hacer periodismo hiperlocal. Busqué trasladarme en bicicleta porque en Yaracuy es complicado llegar a las comunidades. Te hablo, por ejemplo, de Socremo, un caserío lejano en Manuel Monges; o de los municipios Bruzual, Urachiche, Peña, que están a más de 60 kilómetros de San Felipe. Llegar en transporte público es casi imposible. Y el sueldo que gano no me permite pagar en un taxi, lo cual requeriría una logística, un presupuesto, porque la realidad es que no es barato.

Otro problema, que es transversal en el interior del país, es la conexión. Me ha pasado que he perdido la oportunidad de salir en un noticiero porque no tuve conexión para mandar el contenido. Pagar el plan del teléfono a veces también es difícil y tener megas no te garantiza que vas a poder mandar un material a tiempo.

Gajes del oficio, digamos.

Uno procura sortearlos. A veces tenemos más éxito que otras. Pero sin duda estas condiciones afectan la producción periodística.

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El periodismo independiente siempre estará relacionado con lo que hacen organizaciones de la sociedad civil. Aquí hay muchas personas que se dedican a avivar y garantizar el espacio cívico y eso es bueno porque reunirse, discutir, hacer propuestas, es algo que ha criminalizado el gobierno.

Mi trabajo periodístico me ha ayudado a relacionarme con esas organizaciones que, pienso, son una fuerza que impulsa y a la vez se alimenta del periodismo. Me refiero por ejemplo a Transparencia Venezuela, el Magisterio Yaracuyano, la Asociación de Jubilados y Pensionados, organizaciones de los transportistas, la Casa de los Abuelos. Hacen que uno se sienta menos solo; me han apoyado en momentos difíciles.

He pasado por situaciones que me han dado temor, que me han desgastado, que me han hecho pensar en frío. Hubo un momento que me persiguió una camioneta del Sebin. Otra vez me lanzaron una bomba lacrimógena en la cabeza. Sé lo que se siente que alguien se te acerque a decirme: “Pendiente, que vienen por ti”, o que me llegue un mensaje diciendo: “Pendiente, que tienes familia”.

Tengo mis bajones, en los que comienzo a pensar si vale la pena seguir haciendo esto, luego vuelvo a reconsiderarlo, pienso en mis hijas, en el futuro para ellas, en que este es mi pequeño aporte para el país, para el periodismo.

RICARDO TARAZONA nació en San Felipe, estado Yaracuy, en 1987. Es periodista, editor audiovisual y locutor. Tiene una especialización en Derechos Humanos por la Universidad Nacional Abierta. Se ha dedicado a la cobertura de la fuente de comunidad.

Centro de Noticias Táchira

Táchira

Que el centro sea la información

Un grupo de periodistas de Táchira, que habían hecho carrera en medios tradicionales, crearon un canal de YouTube para informar. Mariana Duque, una de sus integrantes, cuenta por qué se mantienen en esta labor, aunque el camino esté tan lleno de baches.

¿QUÉ MEJOR OCASIÓN PARA ECHAR A ANDAR UN MEDIO INFORMATIVO QUE EL DÍA NACIONAL DEL PERIODISTA? El año pasado, un grupo de reporteros del estado Táchira nos hicimos tal pregunta, y nos respondimos que no había fecha más oportuna y simbólica que esa: el martes 27 de junio de 2023 dimos por iniciado el Centro de Noticias del Táchira. Nacer ese día fue una declaración de principios. Una manera de decirle al país y al estado que nos mueve el periodismo digno de celebrarse.

Desde hacía tiempo teníamos la inquietud de unir esfuerzos para construir una plataforma sólida, con contenidos bien reporteados, donde pudiéramos publicar información que no sale en otros medios porque no les interesa, porque la censura se impone o porque son demasiadas las limitaciones que hay para ejercer el periodismo.

La idea de tener un medio fue apareciendo, de tanto en tanto, en nuestras conversaciones informales. Veíamos que cada vez nacían más espacios periodísticos en Instagram o en Twitter. De hecho, nosotros mismos, a través de nuestras cuentas personales, informamos. Es una característica de estos tiempos: uno, como reportero, se puede convertir en su propio medio.

Táchira

De los 29 municipios que conforman el estado Táchira, solo uno es considerado como no desierto, de acuerdo con esta investigación. Ese es el espacio geográfico en el que surgió y se mantiene esta iniciativa.

En ese contexto, nos preguntábamos qué hacer distinto; no sólo en cuanto al formato y a la difusión, sino también —o sobre todo— en lo referente a la conceptualización editorial. Nos propusimos rehuír de esa tendencia a hacer notas para difundir las declaraciones de alguna fuente y nada más. Al contrario, nos interesaba profundizar; encontrar un espacio para mantener una agenda propia más allá del vertiginoso acontecer noticioso.

Así, entre tertulias cada vez más serias —en las que examinábamos posibilidades, reflexionábamos y soñábamos— pasamos tres meses. Al final, nos decantamos por crear un canal de YouTube para contar lo que pasa en Táchira. Eso era.

Si bien tenemos otras redes sociales, nos empeñamos en crear una comunidad en YouTube, porque percibimos que tiene un gran alcance; y porque estar en esa plataforma es parte de lo que nos diferencia de otras iniciativas periodísticas.

Al Centro de Noticias del Táchira le dimos vida Lorena Arráiz, Lorena Bornacelly, Zulma López, Luzfrandy Contreras, Carlos Eduardo Ramírez y yo, Mariana Duque. Todos llevamos años haciendo periodismo en este lado del país. Y todos, para subsistir, tenemos más de un trabajo. Arrancamos este proyecto sabiendo que es a largo plazo: teníamos —y tenemos— el compromiso de hacerlo crecer, de darle personalidad editorial y convertirlo en un espacio vivo.

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Todos los días emitimos un pequeño noticiero y los domingos publicamos trabajos especiales. Se dice rápido, se dice fácil, pero mantener ese ritmo implica mucha organización y esfuerzo. Son tantos obstáculos… Creo que el mayor de todos tiene que ver con el trabajo de campo. Para hacer reportería nos trasladamos en nuestros propios vehículos. Pero aquí existe un problema grave de abastecimiento de combustible. Hay temporadas en las que nos toca hacer larguísimas colas para echar gasolina. Se nos van horas y horas y horas en ello. La otra opción es pagarla a precio internacional o en el mercado negro pero esto supone invertir más dinero, y muchas veces no tenemos cómo. Eso en el caso de que nuestros vehículos no se dañen, porque si es así las cosas se complejizan más, pues no funciona el transporte público y movilizarnos en taxi puede ser inabordable.

Lo otro que nos afecta es la electricidad, que se va por mínimo cuatro horas, varias veces al día. Por más previsiones que uno tome, eso incide en la productividad. Editamos en los teléfonos, para evitar que los contenidos se nos queden atrapados en las computadoras cuando sobrevienen los cortes, pero llega un punto en que nos quedamos sin batería. Muchas veces con mis datos he enviado el material listo para que otro compañero lo monte, pero son contenidos pesados, en alta resolución, y se nos agota el saldo.

De pronto puede volver la luz y sin embargo el internet se queda “paquidérmico”, o sea lento, lentísimo. Ha habido oportunidades que hemos logrado sortear estos baches técnicos a altas horas de la noche, entonces uno se pregunta: ¿quién va a consumir algo a las 11:30, casi a medianoche? Decidimos publicarlo al día siguiente, rogando que haya luz e internet. Por ello la inmediatez no puede regirnos. Es imposible. Este es un contexto que nos lleva irremediablemente a limitarnos.

A pesar de tener todo en contra, no nos dejamos vencer por la desesperanza. Si echamos la vista hacia atrás y hacemos un balance, podría decir que hemos logrado grandes cosas. Cubrimos todos los temas. Nos enfocamos sobre todo en las necesidades del tachirense, lo que le gusta, en el funcionamiento de los Servicios Públicos, vialidad, lo caro de la vida, la migración, las fronteras. Hemos cubierto casi todos los municipios del estado; algunos están en zonas intrincadas, de montaña. Cuando los otros medios en los que trabajamos nos envían a comunidades fronterizas, aprovechamos para hacer reportería para el Centro de Noticias Táchira.

Además, tenemos un programa de opinión que se llama “30 minutos”. Desde hace muchos años Lorena Arraiz y Zulma López lo transmitían en la Televisora Regional del Táchira y se lo trajeron para acá. Ha tenido muy buena acogida. La gente en la calle ya comienza a identificar esta iniciativa y eso no hace sino llenarnos de orgullo.

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Queremos que el CNT crezca en YouTube, que logremos financiarnos: que tengamos anunciantes, inversionistas. Es un proyecto del que estamos enamorados y en el que creemos. Nuestra meta es que de esto algún día salga nuestra sustentabilidad y no dependamos de un 15 y un último.

No tenemos un modelo de negocio… es una de las cosas que nos falta en esta suerte de emprendimiento periodístico. Hemos vendido publicidad una que otra vez, pero no es algo permanente. Estamos lejos de sostenernos por esa vía. El periodista no está educado para vender. Actualmente no dependemos económicamente de nadie. El capital con que contamos son nuestros nombres, nuestra credibilidad como reporteros y el amor a la información; a transmitir lo que pasa —tanto lo bueno como lo malo—, la determinación a vencer la censura y paliar un poco la realidad de los desiertos informativos para que la gente sepa qué está pasando a su alrededor y pueda tomar decisiones.

¿De qué se trata el periodismo sino de eso?

MARIANA DUQUE es periodista y locutora tachirense. Trabaja como reportera del Diario de Los Andes y es integrante del Connectas Hub. Como corresponsal de El Pitazo formó parte de los equipos que ganaron el premio Ortega y Gasset 2019 por el trabajo “generación del hambre” y el Concurso Nacional de Periodismo Ipys- Venezuela 2022 en la categoría de Cobertura.

Atarraya

Sucre

Una red lanzada al mar

A cuatros estudiantes de comunicación social se les ocurrió fundar un medio, en Instagram, luego de que Región, el principal periódico del estado, cerró ante las dificultades para obtener los insumos que le permitieran mantenerse operativo. Andrea Fabbiani fue una de ellos.

EL 27 DE FEBRERO DE 2018, EL DIARIO REGIÓN TUVO QUE CERRAR LUEGO DE 46 AÑOS DE EXISTENCIA. Era el periódico de mayor tiraje y arraigo en el estado Sucre, en el extremo oriente de Venezuela. Y era el único que quedaba en circulación. En aquel entonces, estudiaba comunicación social en la Universidad Católica Santa Rosa, en el núcleo de Cumaná, y, ante la noticia, mis compañeros y yo nos quedamos pasmados. Recuerdo que leímos un comunicado que decía: “Es doloroso que Sucre, donde se gestaron luchas por las libertades de nuestra nación, se quede sin el único medio impreso que ha resistido estoicamente a los embates de una crisis económica que acabó con nuestras reservas e impide que podamos comprar planchas en el mercado especulativo que no se ajustará a una estructura de costo”.

Sucre

Muchos de los que estábamos en esas aulas queríamos hacer periodismo, y soñábamos con formar parte de esa legendaria redacción por la que habían pasado tantas generaciones.

Meses antes, varios amigos y yo ya habíamos pensado en fundar un medio, pero era una idea un poco utópica, pues aún éramos estudiantes, y sabíamos que nos faltaba experiencia. Además, no teníamos dinero. Sin embargo, ante la estocada que significaba el cese de las operaciones de Región, entendimos que era el momento. Ya aprenderíamos en el camino lo que fuera necesario, y ya encontraríamos los recursos para hacerlo posible. Sin darle más vueltas al asunto, al día siguiente, 1 de marzo de 2018, nos reunimos cinco compañeros (Jorfrank Lugo, Verónica Acuña, Emily Velázquez, Eduardo Roque y yo, Andrea Fabianni), creamos un logo y salimos a la calle a buscar la noticia, que difundimos en una cuenta de Instagram que creamos.

Nuestra respuesta al cierre de un medio tradicional era un medio digital que llamamos Atarraya.

Atarraya, como la red que lanzan los pescadores cuando salen al mar.

Esperábamos tener buena pesca en la web.

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Mucha agua ha corrido desde entonces. Varios miembros fundadores tomaron otros caminos, pero el proyecto se mantiene, dirigido por Eduardo y por mí. Hemos ido creciendo poco a poco en estos seis años. Desde que comenzamos en Atarraya, nuestro propósito ha sido darle cobertura a las comunidades. Y nos seguimos manteniendo así, con un enfoque hiperlocal, con información que le sea útil a la gente, porque es parte de nuestro compromiso social: el periodista es un servidor público y tiene que estar del lado de los ciudadanos.

Contamos con una sala de redacción, modesta pero nutrida: tenemos a otros dos periodistas; a varios pasantes provenientes de la Ucsar, a quienes siempre le damos espacio como un modo de contribuir a la formación de nuevos reporteros (sabemos que no hay muchos espacios para ejercer) y como agradecimiento a la casa de estudios que nos acogió. También contamos con un corresponsal en el eje de Paria (que es lejos, parece otro estado); y a otro que hace coberturas en Nueva Esparta.

Si bien nuestro foco está en Cumaná, cubrimos todos los municipios. Hemos hecho coberturas en Güiria, que queda al otro extremo de Sucre; como a 6 horas de la capital de la entidad. Allá las carencias son más críticas. Están prácticamente aislados: uno manda un mensaje hoy y llega mañana. Nos gustaría ir más a menudo, pues no tenemos a nadie allá que haga cobertura.

Seguimos anclados a IG y Facebook, porque aquí en Cumaná esas son las plataformas que más se consumen. No tenemos una página web porque hicimos un estudio que arrojó que la gente no ingresa a los portales sino que consume información en las redes. Sin embargo, como queremos crecer estamos estudiando tener una.

Diariamente publicamos notas en todas las redes y los domingos emitimos lo que llamamos “Cardumen Informativo”, un resumen de las noticias más importantes de la semana.

Hacer este trabajo nos ha traído satisfacciones. Que las personas nos identifiquen, que nos vean como una ventana para expresarse, es para nosotros un gran premio. Pero también hemos pasado malos ratos por haber molestado al poder. Por ejemplo, en la pandemia, publicamos una nota sobre una tranca que hubo de gente que reclamaba la precarización de los servicios públicos. Luego, fui a una pauta en la que estaba el gobernador del estado y arremetió en mi contra: me alzó la voz, me dijo que era una especuladora, que Atarraya era una red de mentiras. Me sentí desmoralizada, pero pensé que cuando uno incomoda es porque está haciendo las cosas bien.

Otro día, fui testigo de un momento memorable. En medio de otra protesta en el Municipio Caiguire, esta vez por la escasez de gas, fuimos a hacer la cobertura y estando allí grabamos una escena muy simbólica: un dirigente, frente al micrófono, al pedir que solucionara el abastecimiento de gas, dijo: “Aquí estamos, rodilla en tierra”, ante lo que otro vecino lo interrumpió para decir: “No, no, no estamos rodilla en tierra”. Esas imágenes le dieron la vuelta al mundo. Decenas de portales lo replicaron, el video tuvo miles de reproducciones y hasta de Italia nos escribieron para conocer más detalles. Creo que el impacto tuvo que ver con que ese momento reflejaba el sentir de esa comunidad. Captar eso se logra cuando uno se mantiene en la calle haciendo lo que tiene que hacer.

*

En Sucre, como en casi todo el país, no funcionan los servicios públicos: hay cortes de luz cada cuatro horas, casi nunca hay agua, el Internet es deficiente y hay escasez de combustible. Eso es parte de lo que reportamos en Atarraya: hemos hecho decenas de notas de gente exigiendo que se solventen esas fallas porque afecta su calidad de vida (y también de gente que se las ingenia para sortear esa precariedad). Esos problemas los vivimos nosotros mismos como periodistas, pues no estamos en una burbuja. Es una realidad que, como he descrito, limita mucho nuestra labor.

Que las personas nos identifiquen, que nos vean como una ventana para expresarse, es para nosotros un gran premio. Pero también hemos pasado malos ratos por haber molestado al poder.

Otro obstáculo frecuente es que nos encontramos con gente que tiene miedo a declarar porque el consejo comunal les puede quitar la bolsa CLAP. Nos da mucho dolor que tengan a ciudadanos así.

Nuestro modelo de negocio tiene distintas fuentes de ingresos, pero principalmente subsistimos gracias a la publicidad y a algunos servicios que ofrecemos. Claro que muchos de nosotros trabajamos en otros oficios para poder mantenernos porque todavía no podemos vivir solo del periodismo. Mi socio y yo acabamos de invertir nuestros ahorros en una propiedad para que sea la sede de Atarraya, porque habíamos estado operando en una oficina que se nos quedó pequeña. Y lo hicimos con la convicción de que este proyecto va a crecer y será sostenible. En eso tenemos fe. A pesar de que a veces sintamos que la marea está en nuestra contra. Después de todo, a veces, no siempre, hay finales felices. Hace dos o tres años preparamos un material sobre las condiciones en que estaba Cumaná: la ruta hacia la alcaldía estaba deteriorada, llena de aguas servidas. Lo publicamos luego del aniversario de la ciudad. No sé si tuvo que ver con nuestro reportaje, pero a la semana comenzaron a reparar todas esas fallas.

ANDREA FABBIANI es periodista sucrense. Desde que comenzó a estudiar en la Universidad Católica Santa Rosa, empezó a trabajar en medios de comunicación de la entidad, como Prisma Televisión y Musical 100 FM. En la actualidad, es directora de Atarraya y corresponsal de VPI TV.