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Pediatras sacan de su bolsillo para las urgencias

26 de marzo de 2017. 9:00 p.m. En la emergencia pediátrica del Hospital Universitario de Caracas se respira preocupación. Las madres que aguardaban en la sala de espera estaban afligidas por el llanto de una mujer cuyo hijo de dos años había fallecido de un paro cardíaco. Minutos antes había ingresado con él en sus brazos. “Siento que ese dolor también es mío”, expresó otra quien había acudido al servicio porque su pequeño tenía varios días sin comer. Al lado de ella, otra mamá relataba de memoria cuantas clínicas recorrió en Caracas para realizarle una tomografía a su niña, de cinco años, que se había caído por las escaleras: debió hacer el itinerario porque en el hospital ubicado en la Universidad Central de Venezuela no había servicio de radiología operativo.

Hacia una esquina un hombre que vino de La Guaira, estado Vargas, estaba con su hijo, quien no paraba de llorar por el dolor que le causaba el objeto que se le estancó en uno de sus oídos, pero en el servicio no había un aparato para extraerle el cuerpo extraño. A otras madres, horas antes, les habían firmado récipes porque no había medicamentos para atender a sus niños, a pesar de que ese día hubo camas desocupadas para recibirlos. La noche anterior hubo una dotación mínima que permitió campear la guardia de los pediatras, incluso con algún otro insumos que ellos mismos adquirieron por su cuenta. “A pesar de las dificultades, nuestra regla es no referir pacientes a otro lado porque sabemos que en otro hospital no los atenderán y nos llegarán nuevamente acá pero más complicado. Entonces los dejamos y tratamos de atenderlos como podemos”, dijo Richard Rangel, médico residente del servicio.

La ausencia de medicinas ha obligado a los especialistas de esa y otras emergencias pediátricas a tomar sus previsiones.  Muchos invierten de su salario, ya deficitario ante la inflación de tres dígitos que se ha consolidado en Venezuela, para al menos brindar mínima atención a los infantes. “Cada día la crisis de medicamentos se acentúa. Desde que comencé mi residencia en el hospital Domingo Luciani he tenido que comprar de mi bolsillo gotas de broncodilatadores, porque sabemos que todas las noches llega una madre con un niño con asma grave que debemos estabilizar y también tengo gasas, guantes estériles, inyectadoras que he comprado con mi dinero”, enumeró una médica residente de pediatría del centro de salud localizado en el sector El Llanito de Caracas, que pidió el anonimato.

La necesidad de comprar productos con dinero del propio bolsillo genera frustraciones. “Nosotros nos hemos visto obligados a hacerlo porque, en teoría, no le podemos negar la atención a la madre, pero sabemos que si hacemos un procedimiento sin contar con los insumos y los medicamentos adecuado estamos poniendo en riesgo la vida del paciente. En cada guardia, debo hasta llevar mi alcohol porque si le debo pasar un tratamiento al niño no tengo el insumo para limpiarle la piel y tomarle una vía”, señaló Rangel, quien agregó en la sala de hospital universitario son atendidos al menos 100 niños diariamente.

Los médicos pediatras aseguran que tienen sobre sus cuellos una espada de Damocles por no poder dar atención adecuada ni cumplir pautas de tratamiento debido a las carencias. “Lo único que nos ha quedado a veces es acompañar a los niños en su agonía”, admitió un pediatra del Hospital Jesús Yerena de Lídice en Caracas, también bajo la condición de que se reservara su identidad.

Indefensos y adoloridos, los pacientes chocan de frente contra una falla que presentan los servicios públicos de salud del país no solo en sus salas de emergencia pediátrica: el acceso irregular de medicamentos esenciales para enfermedades comunes o crónicas, situación que se ha acentuado en los últimos tres años pero que ha llegado a un clímax en 2017, tal como lo advirtió la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría en un comunicado divulgado en febrero pasado. En el documento se alertó sobre la falta de una larga lista de medicinas que incluía los antineoplásicos, antirretrovirales, antihipertensivos y antibióticos de amplio espectro usados para atender infantes en los hospitales estatales.

Se calcula que la ausencia de medicinas en los centros del Estado ronda 76 por ciento, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud, elaborada por el Observatorio Venezolano de la Salud y la Organización Médicos por la Salud. Fuera de los establecimientos, en las redes comerciales, la realidad no es diferente. La Federación Farmacéutica Venezolana ha apuntado que 85 por ciento de las medicinas están ausentes, de manera intermitente o absoluta, en los anaqueles de las farmacias.

“Lo que nos llega por donaciones tampoco es suficiente para atender la demanda niños que recibimos a diario. Solo unos pocos, que llegan en el momento, pueden tener la suerte de conseguir parte de los donativos y se ahorran las vueltas y el dinero. Una vez llegó de otros hospitales una mamá con una niña que tenía diarrea viral, estaba deshidratada y le tuvimos que dar el suero que nos llegó donado ese mismo día. Tuve que darle la mitad en un envase de agua de plástico que ella llevaba consigo porque no tenía dinero y tampoco conseguía suero en la calle», relató Rangel.

Una faceta dramática de la crisis ha estado en la escasez de las fórmulas lácteas infantiles en los centros estatales. Ello ha hecho crítica la atención del cada vez mayor número de casos de bebés desnutridos que llegan a las salas de emergencia pediátrica en procura de que se les estabilice. Ante esa realidad, el proyecto oficial de la creación de una red de bancos de leche materna no ha servido de alternativa para los recién nacidos cuyas madres no pueden amamantar. Un estudio publicado el año pasado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, Unicef, y el Ministerio de Salud determinó que sólo 1 de 21 lactarios y bancos de leche materna del país estaba en buenas condiciones. El informe concluyó que había seis en condiciones aceptables y que diez tenían una situación inaceptable. Ello a pesar de que en la Memoria y Cuenta de la cartera de salud se apuntó un avance financiero de 90 por ciento en un proyecto para la dotación, mantenimiento y adecuación de estos servicios.

Los pediatras tratan de estabilizar a los niños con los medicamentos e insumos que compran con sus ingresos

La falta de disponibilidad de tratamientos para niños motivó a la organización no gubernamental Centros Comunitarios de Aprendizaje, Cecodap, introducir el año pasado tres medidas de protección ante el Tribunal Supremo de Justicia para garantizar el acceso de medicamentos a niños y adolescentes, pero todas fueron vetadas por el máximo tribunal, que en el último fallo aseguró que, tras el Decreto de Emergencia Económica formulado por el presidente Nicolás Maduro, rechazado por la opositora Asamblea Nacional, surgencia allanaba el camino para solventar las fallas, lo que no sucedió.

Los resultados de las iniciativas del Estado para mejorar los inventarios en los hospitales no han sido palpadas por todos los pacientes pediátricos. Un proyecto emblemático, por ejemplo, se anunció en 2011 en el marco de los convenios bilaterales con Cuba: el objetivo era la construcción de una planta para elaborar 125 medicamentos del Formulario Terapéutico Nacional. Del avance del proyecto el Ministerio de Salud no informó más en sus más recientes Memorias y Cuentas (2014 y 2015). Otras obras empredidas por el gobierno para garantizar la producción y distribución de medicinas en la red de hospitales públicos como Profármacos (Productos Farmacéuticos para el Vivir Viviendo) tampoco lograron metas de fabricación de productos, según el último informe del despacho. Esta empresa no produjo los ocho millones de medicamentos esenciales que pretendía fabricar durante el año 2015.

Huníades Urbina, presidente de la Sociedad Venezolana de Pediatría y Puericultura, afirma que el desabastecimiento, aunado a las deficiencias de la red hospitalaria y el aumento de enfermedades erradicadas y controladas, han abierto paso al incremento de la mortalidad infantil cuya cifra ascendió en 30 por ciento entre 2015 y 2016, según cifras oficiales del Ministerio de Salud. La tendencia al aumento ha hecho que organizaciones internacionales como la Unicef hayan alertado públicamente al Estado sobre la situación de la niñez que cada día se traduce en casos como el de Victoria Gómez, una pequeña de un año de Falcón.

Ella sufrió una caída que le dejó secuelas: después del golpe, comenzó a vomitar. Su tía Erika Revilla, junto con su hermana, la llevaron al Hospital Rafael Gallardo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales de Coro donde, después del ajetreo con la búsqueda del medicamento, le aplicaron un tratamiento, pero sin la dosis adecuada. La pequeña se le comenzó a hinchar la mano donde la inyectaron para aplicarle el medicamento, por lo que acudió al Hospital Alfredo Van Grieken de la capital del estado. Allí le dijeron que la niña se había contagiado con una bacteria y que requerían de un antibiótico que no estaba disponible en el centro de salud. “El papá de la niña salió a buscarlo a las cinco de la tarde y regresó a las ocho de la noche sin el medicamento porque, si bien lo consiguió, este le costaba 80 mil bolívares y no lo podía pagar”, lamentó. El día cuando fueron entrevistados sus parientes no habían logrado todavía una solución para la pequeña.

2 thoughts on “

  1. Excelente reportaje, , revela la tragedia del dia a día q viven los pacientes q acuden a la emergencias del país y las limitaciones con las cuales los medicos nos encontramos para poder atenderlos, bajo la mirada indiferente de las «autoridades responsables»

  2. Gracias por alzar la voz por todos los niños y familias que padecen en silencio el «via crucis» de estar enfermos en Venezuela y ver como su derecho a la salud se viola mientras autoridades niegan empecinadamente existencia de crisis humanitaria.

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