Tejiendo redes

Constructoras de paz en Venezuela

A la intemperie y sin cuidados: así aguardan las embarazadas de Valencia su turno para parir

Los malos tratos, la falta de atención oportuna y las muertes de madres y recién nacidos muestran cómo la violencia obstétrica se ha vuelto una constante en la maternidad más importante de Carabobo

Dayrí Blanco – 13/06/23

El viernes, 21 de abril, llovía en Valencia. Luisa Méndez caminaba de un lado a otro en la sala de espera del Hospital Materno Infantil Dr. José María Vargas. Eran las 2 de la tarde y ella ya se quejaba por los dolores de parto. Las contracciones y la presión sobre el cuello uterino iban y venían. Entonces, pedía permiso a familiares de otros pacientes para sentarse en uno de los banquitos de cemento que hay en el lugar. La lluvia, que seguía incesante, la mojaba a ella y otras mujeres embarazadas. 

Esa sala de espera de la conocida como Maternidad del Sur está ubicada en el estacionamiento. Allí solo hay un techo alto. No hay paredes que aislen a quienes están ahí del exterior. Nada les protege ni del viento, ni del agua; ni de los insectos, ni del calor. Esto significa que las mujeres sufren contracciones a la intemperie, sin cuidados y sin la observación atenta del personal médico. 

Foto: Las mujeres en trabajo de parto son envíadas a una sala de espera externa donde aguantan calor, lluvia e insectos.

En medio de la intensa lluvia de ese viernes se formaron grandes pozos de agua en el piso. Caminar ahí representaba un riesgo de caída para las embarazadas, como Luisa. Esa situación podría significar una complicación mayor en el parto. Pero el personal lo ignoraró como lo hace con las mujeres que piden atención. 

Por ejemplo, cada vez que Luisa se acercaba a la emergencia, le decían en tono molesto: “Tienes que seguir esperando allá. Aquí adentro no puedes estar”. La excusa que argumentaban era la falta de camillas. 

Eso se lo repitieron más de cinco veces en su intento por refugiarse de la lluvia y por encontrar un lugar más cómo en el que esperar la llegada de sus bebés. Mientras tanto, las contracciones se hacían más fuertes y constantes. Finalmente, la ingresaron a sala de parto dentro del hospital a las 7 de la noche. Para el momento ya tenía los 10 centímetros de dilatación que se traducen en la última etapa del parto.

Entre 20 y 30 mujeres al día tienen la misma desdicha que Luisa. Es decir: son mujeres en sus últimos meses de embarazo, quienes con sus voluptuosas panzas y adoloridas tienen que aguardar esos 10 centímetros entre el duro cemento del banco disponible. Ese banco lo comparten con los familiares de otras mujeres que esperan noticias. 

Allí, los parientes comparten preocupaciones y frustraciones.  Se escuchan listas de medicamentos e insumos que les solicitan para atender a sus hijas, parejas o hermanas. Entre ellos se cuentan sus experiencias y corren cuando una de las promotoras grita el nombre de la paciente. Entonces, van hasta la puerta a escuchar con atención lo que le informan. Probablemente les pidan un nuevo examen de laboratorio, que tendrán que hacer a través de un privado, o más medicinas. 

En la primera Encuesta de Violencia Ginecobstétrica en Venezuela se dice que elementos como el deterioro en la infraestructura y de los servicios públicos, la carencia de personal de salud, la falta de suministro de medicamentos, insumos, equipos e instrumentos, agudiza, normaliza e incluso pretende justificar el ejercicio de la violencia obstétrica en las mujeres venezolanas. La realidad de las embarazadas en Valencia, es la muestra de ello. 

Especialistas en maltrato

“Me trataron como un animal”, dice Andrea Maya sin poder ocultar el dolor de todo lo que experimentó en los que asegura han sido los peores días de su vida. El 2 de marzo a las 6 de la tarde, entró al centro de salud carabobeño. Tenía 34 semanas de embarazo y tres centímetros de dilatación.

Fue una gestación controlada mensualmente. La recomendación era que las niñas nacieran por cesárea debido a la posición en la que se encontraban dentro de su útero. Pero el personal de guardia ignoró también ese detalle. 

Las horas pasaban y Andrea caminaba de un lado a otro en esa misma sala de espera. El lugar no era nada parecido a lo que había imaginado, ni mucho menos lo que necesitaba para favorecer su parto. Era de noche, había insectos, el calor parecía agobiar a todos y ella se quejaba del dolor. Lloraba, se sentaba y se volvía a parar a caminar. Nada la aliviaba. Nada la calmaba.

Para que las mujeres puedan parir deben secretar oxitocina, una hormona que actúa estimulando el músculo liso del útero hacia el final del embarazo, durante el parto y después del parto. Investigaciones han demostrado que las mujeres necesitan parir en un ambiente de calma, para que su sistema nervioso pueda informarles el momento preciso para dar a luz por medio de la oxcitocina.  

Andrea no estaba en calma. Aunque la acompaña su esposo y su madre, entendía que su embarazo gemelar debía tratarse con cuidados especiales. Sus familiares se desesperaban al ver que no la atendían. Insistían que se trataba de una emergencia. “Me estaba quedando sin líquido, no dilataba con rapidez y nada que me hacían la cesárea”, recuerda ella.

Según establece la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cesárea es necesaria cuando el parto vaginal entrañe un riesgo a la madre o el bebé. Por ejemplo, debido a trabajo de parto prolongado, sufrimiento fetal, o porque el bebé está presentándose en una posición complicada. Y era justamente lo que vivía Andrea con sus bebés. 

Así pasaron las horas. A las 12:00 a.m. del viernes 3 de marzo la examinaron por segunda vez, tenía ocho centímetros de dilatación y le dijeron que debía seguir esperando. Una vez más fue enviada a esa sala de espera a la intemperie. Ella seguía sin entender. “Se supone que era una emergencia, pero nunca me trataron como tal”, dice. 

Adriana Granados, madre de Andrea, recuerda con claridad el trato recibido por su hija. “La ignoraban, le decían sólo que tenía que esperar, no les importaba que era una emergencia y que realmente ameritaba la cesárea… Fue una experiencia terrible”, concluye. 

A las 3 de la mañana, ya con nueve horas de espera, Andrea fue ingresada a quirófano y le practicaron la cesárea. “No sé por qué me hicieron esperar tanto. Lo único que eso ocasionó fue que mis niñas nacieran con problemas… No me las enseñaron cuando nacieron ni me dijeron nada”, dice.

La atención institucionalizada del parto en Venezuela es del 98 % según las estadísticas de la UNFPA en 2021, que el organismo de las Naciones Unidas encargado de la salud sexual y reproductiva. Las deficiencias en los centros de salud pública no están asociadas a la cobertura sino a la calidad de la atención, a la poca capacidad resolutiva de las emergencias obstétricas. Señalan que no es suficiente con que existan servicios, es necesario que éstos sean accesibles y de calidad para que el derecho a la vida de las mujeres no esté amenazado durante el parto y nacimiento.

Foto: Las mujeres en trabajo de parto, aguardan sentadas en bancos de cemento

Relatos de muerte

Después de que le hicieron la cesárea, Andrea Maya no supo más de sus gemelas. Como no permiten la compañía de ningún familiar dentro del recinto, ella misma tuvo que pararse, aguantar el dolor de esa cirugía recién hecha, caminar, preguntar. Finalmente le dijeron que las bebés estaban en quirófano, que permenecerían en observación.

“Las pocas veces que había pediatra me decía que estaban bien”, recuerda. Pero la realidad es que ellas necesitaban incubadora y atenciones especiales por ser prematuras y haber sufrido tanto durante el trabajo de parto.

Entre los resultados de la mencionada Encuesta de Violencia Ginecobstétrica en Venezuela, se desprende que el 45% de las mujeres consideró que el personal de salud se mostró interesado en informar su proceso y aclarar sus dudas. Un significativo 54% respondió que no. Ese evidente desinterés de la mayoría por resolver las dudas de las usuarias forma parte de la actitud de no escucha a la que son sometidas sistemáticamente las mujeres, por lo que puede inferirse que son convertidas en sujetas pasivas de sus propios procesos, dice el informe. 

En cuanto a si se suministró información oportuna a sus familiares durante el proceso del parto o cesárea, el 57% respondió que sí, mientras un 43% dijo que no. En la mayoría de los hospitales del sistema de salud público las personas que integran las familias de las usuarias no son informadas sobre el estado de salud de las gestantes durante el embarazo, parto y puerperio. Lo que ratifica que el trato deshumanizador se hace extensivo a los y las familiares.

Por tres días estuvieron las gemelas compartiendo una camilla que han descrito como una bandeja de plástico a la que adaptan, de manera empírica, las cámaras de oxígeno con láminas de acetato y un tubo rudimentario. La principal maternidad de Carabobo no cuenta con equipos especializados para el área de Neonatología. 

De hecho, esa noche había más de 10 recién nacidos hospitalizados a la espera de un cupo en cuidados intensivos. La mayoría se complicó al no recibir el tratamiento que ameritaban, según se pudo confirmar con testigos. 

“Una de mis niñas murió al tercer día. Me dijeron que estaba deshidratada y no le pusieron la sonda en el ombligo para pasarle por ahí la solución y todo lo que necesitaba. Tampoco le pusieron la vía central”, dice Andre con dolor.

Ese día, ella, su esposo y su mamá reclamaron, gritaron y exigieron que les permitieran trasladar a la otra gemela a un centro de salud privado. Al principio, la dirección de Neonatología se negó, pero luego accedió. Sin embargo, era demasiado tarde.

“Cuando la llevamos a la clínica le hicieron todo lo que en la Maternidad del Sur le negaron. Tenía una infección muy fuerte en todo su organismo y murió dos días después”, narra. 

Otros bebés fallecieron en las semanas siguientes. María Valderrama llegó con cesárea programada el 31 de marzo, a las cinco horas de haber nacido su hijo Jesús Gabriel le dijeron que tenía problemas respiratorios y lo dejaron hospitalizado en el quirófano. Allí se descompensó y aunque una pediatra externa les dijo que el niño debía estar en terapia intensiva. No fue sino hasta el 5 de abril que lo trasladaron a esa área y falleció.

Durante sus días en la Maternidad del Sur, María también fue víctima de maltratos verbales. “Me decían que con qué dinero iba a hacerle los estudios especiales al bebé, y no me daban las órdenes ni las muestras de sangre”, recuerda. Por su insistencia, lograron hacerle un hemocultivo cuyo resultado obtuvieron tras la muerte de Jesús Gabriel. Allí pudieron conocer que el bebé había adquirido una bacteria llamada Enterobacter Cloacae.

De acuerdo a la explicación del pediatra infectólogo, Roque Aouad, esta bacteria no suele ser patógena para personas sanas. Sin embargo, dice la médica, en algunas circunstancias puede causar infecciones, especialmente en personas con el sistema inmunológico debilitado o en pacientes hospitalizados. “Se le conoce como germen oportunista y puede causar infecciones del tracto urinario, infecciones del torrente sanguíneo, neumonía, meningitis y otras infecciones severas, pudiendo ser mortal sin diagnóstico oportuno y tratamiento adecuado”, añade la experta. 

¿Alta o desalojo?

Mientras tanto, Luisa trataba de no mojarse con la lluvia y se quejaba de dolores de parto caminando entre otras tantas personas que también se refugiaban bajo el techo de la sala de espera, entre las 4:00 p.m. y 5:00 p.m. de ese viernes lluvioso comenzaron a salir madres con sus recién nacidos en brazos. A ellas les habían dado el alta médica, aunque muchas seguían visiblemente afectadas por sus partos. Más que el alta parecía que estuvieran siendo desalojadas. 

Algunas de esas mujeres  aguardaban con hijos en brazos la llegada de algún familiar para irse a casa. Otras esperaban que escampara un poco para salir caminando.

“Te dan el alta rápido y debes salir porque no hay casi camillas y hay muchas otras mujeres esperando. Adentro no hay espacio para estar”, exclamaba Leticia Aguillones que tenía su primera hija en brazos.

Ella agradeció que todo salió bien con ella y la bebé y que podía irse a casa. “Allá adentro eso es horrible, y los malos tratos que recibimos son de lo peor. Uno aguanta por los niños, pero es que ni permiten que nos den comida en el horario que no es de visita y pasamos hambre”, aclara.

El ginecobstetra, Jorge Pérez, quien trabajó hasta 2018 en la Maternidad del Sur, cuando lo removieron de su cargo por denunciar las irregularidades del lugar, aseguró que en un principio era ejemplo de atención digna a la embarazada en el estado. Asegura que en su momento “venían personas de otros países a copiar ese modelo de atención”. Hoy día, la maternidad espanta. 

Foto: Un hospital que fue referencia, hoy muestra su peor cara.

Las otras muertes 

Así como hay madres que lloran la muerte de sus bebés, hay otras que lo hacen por sus hijas. En la Maternidad del Sur la crisis no solo ha provocado fallecimientos de recién nacidos, sino también de las madres.

Josneydi León tuvo que armarse de valor el 4 de abril cuando su hija, Rosalyn Silva, falleció tras tener a su bebé por cesárea. Lo hizo para luchar por la vida de su nieto, pero fue una batalla que duró 10 días, pues el niño también murió.

Cuando ella y su hija embarazada llegaron, la doctora de guardia les indicó que tenían 20 minutos para conseguir una lista de insumos para poder tratar a su hija y que pudiera vivir. “Yo le dije que no tenía ni para un par de guantes porque, como la mayoría de los venezolanos, no tenía dinero, su respuesta fue que no era su problema”, relata. 

Josneidy corrió desesperada y a través de las donaciones de familiares de otros pacientes que estaban en la sala de espera pudo conseguir todo lo que le pidieron. Su hija Rosalyn había salido muy débil de quirófano y tuvo que ser intervenida tres veces más por una hemorragia interna. No aguantó más y murió. 

Ramón Hernández es padrastro de Darelys Gallardo, una joven que ingresó el 24 de septiembre a la Maternidad del Sur. Luego de dar a luz le dieron de alta. Al poco tiempo la llevaron nuevamente a la emergencia porque presentó fiebre. El trato fue el mismo. La atención no se le prestó de manera oportuna mientras el personal respondía a cada solicitud con indiferencia ante tal situación que mantenía a la familia de Darelys en total nerviosismo. 

Su padrastro narró que solo le hicieron “un lavado” y, como no estaba conforme, la llevó a un ginecólogo en consulta privada, quien recomendó que la hospitalizaron otra vez. “La traje a la maternidad con orden de que debía ser ingresada inmediatamente, la operaron tres horas después para decir que hicieron algo, mi hija ya estaba muy grave por la falta de atención, y murió”. Y no es el único caso. En abril de este año se hizo público un video de otra madre que vio morir a su hija tras dar a luz. 

A pesar de los esfuerzos desplegados por organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) para asesorar y apoyar al Estado venezolano, las cifras de muerte materna se mantienen altas. Aunque es su obligación, el Estado no indica cuáles son quienes trabajan en el sistema lo reconocen. 

Quienes son expertos en el tema, aseguran que la mortalidad materna podría disminuir con la presencia de cuatro factores: personal de salud calificado, insumos necesarios para abordar los riesgos, sistemas de alerta para trasladar a las mujeres a los centros de atención especializados en el menor tiempo posible y el acceso a insumos anticonceptivos. 

La realidad de la Maternidad del Sur de Valencia se replica día tras día, la vivió Luisa, Andrea, y todas las mujeres embarazadas que solo quieren tener a sus bebés y salir de ahí con vida y salud.  

Mientras tanto, personas como Jorge Pérez hacen un llamado a las autoridades del Instituto Carabobeño para la Salud (Insalud) para que decreten una intervención de la Maternidad del Sur, para que se haga un diagnóstico correcto y que se tomen medidas. “Hay que saber si el problema es falta de personal, de insumos, de higiene, y necesitamos buenos gerentes en nuestros hospitales, porque estamos demostrando que no están capacitados”, añade. 

La Maternidad del Sur es una muestra más del fracaso del Plan de Parto Humanizado, creado en 2017 por el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género, el Instituto Nacional de la Mujer (Inamujer), en articulación con otras carteras, principalmente el Ministerio de Salud. Ahí recuerdan la obligación del Estado de garantizar asistencia y protección a la maternidad desde la concepción, durante el embarazo y el parto. Palabras que en Valencia, están vacías.