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Constructoras de paz en Venezuela

La agonía llega una vez al mes: cuando la salud menstrual es un sacrificio

Por Nayrobis Rodríguez – 24/04/2023

Las deficiencias en la salud e higiene menstrual y la dificultad para acceder a productos de higiene femenina como toallas sanitarias impide que muchas adolescentes en Cumaná desarrollen sus actividades normales, entre ellas poder acudir con regularidad  a las instituciones educativas 

A sus doce años, Karla ha aprendido que la crisis económica que se vive en su hogar no sólo se remite a las dificultades que tiene su mamá para comprar alimentos, medicinas, ropa y calzado o, quizás, llevarla a comer un helado. Hay una crisis que ella vive unos días al mes y que le limita hasta salir de su casa.

Desde sus once años, Karla es menstruante y para ella el periodo son días en los que no sólo padece dolor de vientre o debe estar atenta y cuidar de que la sangre no manche su ropa o sábanas. Esos son los días de precariedad y agonía porque su madre difícilmente puede costear productos de higiene menstrual. Tener una toalla sanitaria no es la regla. 

«Si mi mamá me compra un paquete de modes, tengo que usar una toalla mucho tiempo, como seis o siete horas y ponerme papel tualé encima, porque tengo que rendirlo para que me queden unas toallas para el otro mes», reveló la adolescente.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) establecen que una adecuada gestión menstrual es la que permite a mujeres y niñas “utilizar material para la higiene menstrual limpio, que absorba o recoja la sangre y pueda ser cambiado en privado, utilizando agua y jabón para higienizar el cuerpo, y teniendo acceso a instalaciones para disponer del material ya utilizado». 

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha apuntado que la salud menstrual está inserto dentro de la agenda de defensa de derechos humanos y está relacionada con la igualdad de género, derecho al agua y saneamiento, a la salud, a la educación y a la participación. 

Pero, para Dayana Gómez, la madre de Karla, quien trabaja en una venta de verduras en un pequeño mercado municipal en el sector Brasil, una barriada popular al oeste de Cumaná, la precariedad en la salud menstrual de su hija es un asunto, además, de crisis económica. Sus ingresos, unos doce dólares a la semana, solo le permiten llevar algunos alimentos a su hogar. «Los modes son un lujo, para mí, y para ella», dijo con resignación. 

Con el aporte económico que hace el padre de Karla, quien vive en otro hogar y tiene otra familia, Dayana puede algunas veces comprar un paquete de toallas sanitarias para su hija,  pero no es algo que ocurra mensualmente. 

«Le digo que la niña necesita toallas sanitarias, pastilla para dolor de vientre, jabón, champú o crema dental y me dice que lo compre yo ¿Y cómo pues? Un paquete de toallas cuesta no menos de tres dólares. Es poco sí, pero es mucho para mí», agregó 

Karla, una adolescente muy delgada, morena y de cabellos rizados largos, asegura que sus días de menstruación son, también, días de encierro. Estudia segundo año de bachillerato en un liceo público cercano a su hogar, pero cuando tiene el periodo menstrual evita ir a clases o ver a sus amigas del barrio. «No puedo, a veces uso papel tualé y a veces unos pedazos de tela, pero me mancho toda la ropa y paso pena en el liceo o en la calle», contó. 

Ángela Hernández tiene 14 años y su situación es distinta a la de Karla. Vive con su madre y su abuela y sí tiene acceso, cada mes, a toallas sanitarias y a lo que necesita para mantener una higiene menstrual.

«Yo sí tengo. Pero muchas de mis compañeras del liceo no, algunas no van a clases esos días, otras me piden que si tengo una toalla que les regale para poder ir a clases. A veces les regalo una pastilla para el dolor de vientre o una toalla, pero si las regalo me queda menos para mí», relató 

Para que Ángela gestione su menstruación satisfactoriamente, su madre, Emilia Rondón, debe garantizarse los recursos económicos con tres empleos: es asistente de laboratorio clínico con horario de lunes a viernes, tiene un empleo similar los fines de semana y uno ocasional con la venta de mercancía como maquillaje o accesorios. «Solo así puedo», dijo con firmeza. 

Emilia no solo tiene tres empleos, sino que también planifica un presupuesto para comprar -para ella y su hija- lo necesario para tener una buena higiene personal y menstrual. 

«Tengo que privarme de algunas cosas para poder comprar toallas. Es que no es solo ir al abasto a comprar, es que tengo que destinar, de lo que gano, la plata para eso. Para mí es costoso porque debo hacer mercado de comida, tener dinero para pasajes para que vaya al liceo, para pagar servicios, para todo pues y ella necesita uno o dos paquetes de toallas al mes, no es fácil», contó 

Una realidad totalmente distinta es la de Keyla Moreno, una joven  de 17 años habitante del sector La Llanada, en Cumaná. Vive en una barriada popular en el oeste de la ciudad en la que su casa y la de sus vecinos está elaborada con láminas de zinc y asegura que no recuerda cuándo fue la última vez que usó una toalla sanitaria. 

Keyla asegura que «no puede comprar eso», porque mientras estudia cuarto año de bachillerato sus hermanos mayores se encargan de darle la comida y algunas de las cosas que necesita. Es huérfana de madre y no vive en el hogar de su padre. 

Los días al mes que tiene el periodo usa y reutiliza trozos de telas obtenidas de sábanas viejas o prendas de vestir viejas que ya no usa su familia. «No me molesta usarlo, ya me acostumbré, pero el problema es cuando se va el agua, es horrible, no salgo de la casa ni a la esquina», narró 

Sin toallas: una situación violenta

Una precaria salud menstrual no sólo trae como consecuencia el hecho de no poder realizar las actividades rutinarias, sino que también implica problemas de salud y estar sometida a violencia. 

Así lo explicó la psicóloga María Virginia Rojas, quien se especializa en la atención a adolescentes y apuntó que además del alto riesgo de padecer infecciones bacterianas vaginales, también son víctimas de violencia económica. 

«Se les priva de solventar necesidades básicas que se cubren con dinero. Ahorita todos viven dificultades económicas en Venezuela, unos en mayor grado que otros, pero en este caso se trata de padres que no cubren necesidades básicas de sus hijos», dijo

Rojas precisó que, aunque se trate de padres que involuntariamente o por desconocimiento ejerzan violencia económica, las privan de solventar necesidades básicas de niños y adolescentes que están bajo su responsabilidad. 

Y, aunque se trata de una situación compleja que está inserta dentro de la crisis económica y social que se vive en Venezuela y en el estado Sucre, una entidad que, según la encuesta Encovi 2022, tiene una población en situación de pobreza de 98% debido a su línea de ingresos económicos, hay organizaciones que presentan alternativas. 

Una de ellas proviene de la Organización no Gubermanental (ONG) Tinta Violeta, cuyo capítulo Sucre desarrolla un proyecto de salud menstrual, en conjunto con la organización Coopi (Cooperazione Internacionale) con apoyo de la Unión Europea, a través del cual se entregan kits de salud menstrual: copas menstruales y toallas sanitarias ecológicas reutilizables.

Yudicira Rincones, coordinadora de Tinta Violeta en Sucre, explicó que desarrollan este plan que no sólo se trata de entrega de kits menstruales sino de sensibilización sobre la importancia de la salud menstrual y el uso de alternativas ecológicas como la copa menstrual. 

El proyecto, que incluye un censo de mujeres y charlas explicativas, se desarrolla en la parroquia Ayacucho de Cumaná, la más extensa en territorio y con mayor densidad poblacional en la ciudad, así como en Carúpano, municipio Bermúdez y en Güiria, municipio Vadez. 

«Llegamos a estos sitios y nos encontramos con adolescentes y mujeres que no tienen acceso a toallas sanitarias o tampones y en su lugar usan trapos durante la menstruación porque sus ingresos económicos deben destinarlos a comida», explicó la vocera, quien apuntó que hasta ahora atienden a unas 32 mujeres al mes con la entrega de kits.

Rincones indicó que el proyecto se extenderá en los próximos meses a zonas del interior del estado Sucre como los municipios Cajigal y Mario (poblados de Yaguaraparo e Irapa, respectivamente) lugares en los que las condiciones económicas son más precarias que en la capital de la entidad. 

Actualmente el proyecto de entrega de kits tiene un alcance de 300 mujeres. «Es algo significativo, pero necesitamos abarcar más», dijo. 

 

Foto: Cortesía Tinta Violeta durante su taller en Sucre.