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Constructoras de paz en Venezuela

Migración con perspectiva de género: un reto para Colombia en el 2023

Por Rosalinda Hernández –Diseño Paloma Lacruz – 23/02/2023

En Colombia, país fronterizo con Venezuela, habitan 2.5 millones de ciudadanos venezolanos de acuerdo a los registros publicados por la oficina de Migración Colombia y la Plataforma R4V; se considera que el 52 % son mujeres y el 48 % está representado por hombres.

Las mujeres y niñas migrantes son quienes enfrentan mayores retos para el acceso a la salud, la educación y el ejercicio de sus derechos sexuales y laborales, según reportes de organizaciones no gubernamentales en Colombia.

El no reconocimiento y la vulneración de los derechos de las migrantes, específicamente las trabajadoras del campo sin estatus migratorio definido las ha llevado a buscar apoyo y ayuda en organizaciones no gubernamentales. La ONG Ángeles Unidos, ubicada en la ciudad colombiana de Cúcuta, es una de ellas.

Allí llegan mujeres y niñas venezolanas a través de un “voz a voz” que se da entre las comunidades en estado de vulnerabilidad, no solo de migrantes venezolanas, también de retornadas colombianas.

“Ellas saben que podemos escucharlas, ayudarlas porque estamos organizadas y dispuestas a capacitarlas en empoderamiento, emprendimientos y acciones de acogida que mejoren el modo de vida que llevan”, dijo Andrea Serrano, directora y representante legal de la ONG Ángeles Unidas.

Andrea aseguró que la organización atiende a “muchísimas” migrantes venezolanas. Entre 2021 y agosto de 2022, contabilizan capacitación y ayuda a 300 mujeres migrantes. 40 % de ellas ha sufrido violencia de género y acoso laboral.

En los últimos meses del año se incrementó la llegada de venezolanas migrantes buscando ayuda en la organización, precisó Andrea. “Lo que sorprende es la llegada de adolescentes de 15 años que ya son mamás o llegan embarazadas buscando ayuda porque no tienen nada para el bebé que traen o para el que viene en camino”.

Otros de los problemas que manifiestan es que el salario que ganan en las labores del campo no les da para el sustento propio ni el de la familia. Esa situación las obliga a buscar otras alternativas que, en algunos casos, implica el abandono de sus hijos.

A pesar de esta situación, muchas de ellas sienten temor de dejar los empleos, a los que dedican horas extensas de lunes a domingo, sin descanso, sin poder asistir a cursos o capacitaciones que se les ofrecen. Si piden un permiso laboral significa que: “si te vas, hay otro que necesita tu empleo o no te pagan el día”, destacó la representante de la ONG.

El miedo las domina

Lo más impactante que ha visto Andrea Serrano, durante su trabajo en la organización, es la xenofobia hacia los venezolanos en el Norte de Santander.

“30 % de la población colombiana vive con temor y rechazo hacia los venezolanos. Creen que todos están causando mal, no entienden por qué vienen a su tierra”, relató.

La falta de atención médica de calidad hacia las mujeres migrantes es otra de las situaciones que inquietan. “He visto la poca calidad humana de un médico colombiano hacia un niño venezolano. Nos tocó buscar ayuda jurídica. Una doctora amiga que trabaja con una ONG de salud, nos ayudó para que fuera atendido. Era un bebé con un brazo partido, llevaba tres meses a punta de antibióticos y calmantes que la mamá con sacrificio conseguía solo porque el médico decía: “no lo atiendo porque no está regularizado, mientras que la enfermera lo mandó a regresar a su tierra porque no sería atendido por no ser colombiano”.

Andrea hace una pausa en la conversación, no puede contener el asombro ante esta situación y el rechazo al que se exponen las venezolanas y sus hijos migrantes. “Las maltratan, ultrajan y humillan. A veces ese maltrato proviene de los propios compatriotas que corrieron con mejor suerte que ellas en lo económico y social”.

Abusos y violencia

Las migrantes están sufriendo abusos y violencia no sólo de los patronos, también de los vecinos, del dueño del supermercado o abasto donde fían alimentos. Estas personas ven la necesidad que trae la mujer y les hacen la propuesta, la acosan y si no tiene cómo pagar la deuda, “ya sabe de qué manera se puede saldar”, dijo la directora de la ONG.

En Colombia, se tiene una idea errónea de la mujer venezolana, los colombianos creen que están destinadas a la prostitución; solo sirven para el trabajo en webcam u otras formas de cambio de sexo por dinero. “Esos casos se ven en el 60 % de las ciudadanas que llegan a esta zona”.

Hay situaciones en las cuales la migrante es obligada a tener sexo con el patrón a cambio de poder conservar el empleo, de lo contrario lo pierde. Existen casos de este tipo no solo en el área rural, también se dan en la ciudad, destacó la defensora de los derechos humanos.

De acuerdo a registros de la ONG, 20 % del total de atendidas se dedican al trabajo sexual, situación que Andrea catalogó como “muy difícil” para salir de ahí. En ese grupo también hay adolescentes.

“Salir de ahí es un proceso largo, doloroso. Nosotros activamos rutas de ayuda que comprenden el acompañamiento psicológico, denuncias en la Fiscalía, procuraduría, Defensoría del Pueblo y organismos internacionales que ofrecen apoyo y respeto a los derechos humanos de mujeres, adolescente y niñas migrantes vulneradas”.

Cuando se trata de casos extremos donde se pide auxilio, porque han sido golpeadas y temen por su vida, son trasladadas a un centro de salud donde se les toma la evidencia. “Muchas de ellas están muy bajas de autoestima y de amor propio. A veces es difícil sacarlas de ese mundo porque sienten temor de perder la única fuente de ingreso que tienen”.

Estatus migratorio

La mayoría de mujeres migrantes trabajadoras del campo en Norte de Santander, no han regularizado su estatus migratorio. “Quedaron por fuera del Registro Único de Migrantes Venezolanos (Rumv), porque se pasaron del tiempo que se dio para realizar el trámite”.

40 % de las venezolanas que llegan a la ONG a solicitar ayuda están sin regularización. 60 % logró hacer la inscripción en el Rumv, pero de esa cifra 20 % está a la espera de recibir el Permiso de Protección Temporal (PPT) y 10 % ha presentado errores en los datos del documento.

“Hay mujeres que se regularizaron, pero su documento llegó con errores en el nombre, apellido, número de cédula y la organización las ayuda a solventar esa situación ante la autoridad migratoria”.

Una mano amiga

Para contrarrestar esta situación de vulnerabilidad de las venezolanas en Norte de Santander, la organización Ángeles Unidas ha hecho alianzas con otras organizaciones que atienden la migración venezolana y ofrecen asesoría jurídica, ayuda psicológica y humanitaria.

“Buscamos que se integren a la vida social, con estatus migratorio regular que le garantice la entrada formal al mercado laboral”.

También la organización canaliza, con propietarios de viviendas, la posibilidad de alquilar espacios habitacionales y les hace saber que las venezolanas son buenas arrendatarias. “A veces ni consiguen por su condición de migrantes un espacio para vivir”, dijo Serrano.

Entre 50% y 60% de las venezolanas viven a la defensiva por todo lo que han pasado, ellas piensan que las van a agredir, a atacar. “Nosotros les decimos que están seguras y que cuentan con manos amigas y que somos un equipo, por eso la organización se llama Ángeles Unidas, porque todos somos ángeles aquí en la tierra para alguien”.

Con entusiasmo Andrea comentó que, dentro de la organización, existe un área de eventos en los que se han integrado, con esto se ha logrado cambiar un poco el ambiente de hostilidad en el que viven algunas.

Ángeles Unidas no solo hace trabajos de campo en la ciudad de Cúcuta, también en los municipios más cercanos a la frontera con Venezuela, como Villa del Rosario, donde Andrea Serrano asegura que la labor es más complicada por la presencia y dominio en la zona de organizaciones criminales que, en algunos casos, se aprovechan de la vulnerabilidad de la mujer o niña migrante.

Las migrantes: un aporte al mercado colombiano

Anny Uribe es una abogada venezolana y presidente de la organización no gubernamental Fundación Simón Bolívar, establecida en el departamento agrícola de Boyacá, Colombia.

En esa zona se produce el 70 % de los productos de la cesta básica que consumen los colombianos, dice Anny.

“Aquí tenemos gran presencia de venezolanas cultivando el campo, no solo en cafetales, están también cebolla, papas y hacia la zona de Cundinamarca están las  que cultivan flores de exportación”.

De acuerdo a estudios hechos por la organización y testimonios de las venezolanas trabajadoras del campo, son mal remuneradas y se les vulneran sus derechos laborales.

“Las únicas que realmente han tenido la fortuna que se les pague oportunamente y se les cubra la seguridad social, como consecuencia de su trabajo, son a las cultivadoras de flores, pero a todas las demás se les ha violentado sus derechos laborales”, afirmó Uribe.

El 2023, será un año de retos para el nuevo gobierno de Colombia que tendrá que enfrentar con mirada de género el desafío que representa la migración venezolana en ese país.

Esta nota fue publicada originalmente en La Nación Web como parte de la alianza  en la red de mujeres Constructoras de Paz.

La Nación Web