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Mujer trabajadora: La Lupe continúa en su peluquería tras 56 años de trayectoria en La Guaira

Desde los 14 años de edad, Yajaira Guadalupe practicaba la peluquería y realizaba peinados en un espacio de su casa

Valerie Calderón – 12/03/24

El “Salón de Belleza de Belleza Yajaira”, ubicado en la Calle Los Baños de la parroquia Maiquetía, estado La Guaira, es sinónimo de emprendimiento, perseverancia y vocación. Por 56 años ha sido una de las opciones favoritas de las guaireñas al momento de arreglarse y “hacerse un cariñito”.

Su fundadora, Yajaira Guadalupe, inició este camino cuando apenas tenía 16 años recién cumplidos. En ese momento tenía un pequeño espacio en El Rincón, barrio perteneciente también a la parroquia Maiquetía. “Empecé con una peinadora, un lavacabeza y un mueble donde se sentaba la muchacha que me ayudaba. No cabía más nada porque era muy pequeño”, cuenta. 

El espejo que usaba era el de un polvo compacto. Peinaba a las clientas a su gusto, y a su modo, pero siempre les preguntaba si les había gustado el resultado. “Al terminar les pasaba la polvera y allí era donde veían el resultado final”, recuerda La Lupe, como es conocida popularmente. 

Con ansías de crecer y enfocada en su vocación, al poco tiempo de empezar, decidió dar el siguiente paso de su emprendimiento y alquilar un local más grande para recibir a más personas. Entonces, La Lupe se muda a Calle Los Baños, local donde aún permanece hoy en día. “No teníamos vidrieras en las puertas y colocábamos una cortina. Tampoco tenía aire acondicionado, pero afuera del local había una mata de mango inmensa que nos daba sombra y brisa”, narra. 

El salón de belleza siempre fue muy concurrido.  Inclusive, a la esteticista le tocaba abrir desde las 5:00 AM en Navidad y Año Nuevo, así como Días de las Madres y demás fechas importantes. “Las colas las formaban desde la medianoche”, recuerda. “Desde ese momento han pasado muchas peluqueras por aquí, muchachas que no tenían conocimiento en el área y se formaron con nosotros”, dice dándole importancia a su faceta de formadora. 

La tragedia de Vargas no fue impedimento para continuar con su sueño

En el año 1999 sucedió “el deslave de Vargas” o «el día que la montaña avanzó hasta el mar”, como lo conocen los lugareños. Esta tragedia empezó con fuertes y constantes lluvias, lo que ocasionó inundaciones, fuertes deslizamientos de tierras, derrumbes de casas y edificios. Se calculó que hubo entre 15 a 50 mil fallecidos, así como pérdidas materiales de millones de dólares.

Por la desesperación de sobrevivir, muchas personas subían a lo más alto de sus casas o edificios para ser visibles ante los helicópteros de rescate, sin importar que podían morir por los constantes deslizamientos de tierra que dejaban todo tapiado a su paso. Los sobrevivientes eran llevados a Caracas por la Guardia Nacional, algunos también por vía terrestre dentro de las posibilidades de la carretera.

También hubo familias que debido a las condiciones en las que había quedado su vivienda fueron reubicadas en otros estados de Venezuela hasta que la situación mejorara y pudieran volver, aunque varias decidieron quedarse e hicieron una nueva vida lejos de su estado natal.

Lupe fue trasladada a Caracas y allí permaneció por 15 días, cuenta que el espacio en donde estaba se llenó rápidamente de rescatados, cada uno con una historia diferente pero igual de impactante. En su caso, afortunadamente su vivienda no sufrió mayores daños pero sí la de sus familiares, pues una de ellas quedó llena de tierra hasta arriba como un cerro, aunque se conservó su estructura.

Recuerda que esas dos semanas fueron larguísimas por la angustia y la desesperación que sentía. “Lloraba mucho porque pensaba que cómo iba a hacer para reconstruir mi peluquería o conseguir otro lugar, con qué dinero”, expresa ahora.

Para su sorpresa, cuando le tocó volver a Maiquetía, encontró la santamaría del local cerrada. “Al abrir solo había lodo unos metros hacia adentro pero lo demás intacto. ¡Fue un alivio!”, rememora.

La tragedia de Vargas ocurrió un 15 de diciembre y Lupe abrió nuevamente su peluquería el 28. Durante dos días no recibió muchos clientes por lo que decidió hacer una labor social y empezó a ofrecer cortes de cabello gratis a todos los hombres que estaban en las calles limpiando la tierra. “Esa fue nuestra manera de colaborar”, expresó.

Contó que no fue sino hasta el 30 de diciembre que llegaron nuevamente sus clientas, mayormente de la parroquia Catia La Mar, ya que esa zona no sufrió mayores daños. “Como a pesar de todo era diciembre y venía el Año Nuevo, atendimos a todas las que llegaban y les arreglamos su cabello. Era cuestión de suerte que llegaran porque en ese momento no teníamos ni teléfono para comunicarnos. Poco a poco nos activamos al 100%”.

La participación laboral de la mujer aumentó y el trabajó doméstico disminuyó

Según un trabajo publicado en el año 2001 por María Beatriz Orlando, economista de desarrollo y especialista en análisis de género junto a Genny Zúñiga, socióloga y experta en análisis de datos, en un trabajo que publicó el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, el aumento en la participación laboral de la mujer puede deberse a que disminuyó un porcentaje del tiempo dedicado al trabajo doméstico.

Para el año 1950 en Venezuela había un 65% de mujeres en edades entre 20 y 64 años dedicadas únicamente a sus hogares, pero en 1990 esta cifra disminuyó a 44%. Sin embargo, en el año 2004 el porcentaje de mujeres en el mercado laboral empezó a bajar.

Desde el 2020 el 43% de las mujeres venezolanas mayores de 15 años está trabajando o buscando trabajo activamente. No se reportaba una tasa igual desde 1996. Venezuela ha retrocedido 24 años.

La pandemia del COVID-19 también fue un gran obstáculo para Lupe

Al tener un espacio cerrado, las probabilidades de contagiarse eran altas, por lo que hasta personas que tenían años trabajando allí renunciaron. “Tenían miedo de trabajar, muchos de ellos tenían familiares que habían muerto por el virus y les daba pavor trabajar con el público”.

Afortunadamente, el virus fue pasando poco a poco y volvieron a estabilizarse, aunque no regresó todo el personal que renunció. Sin embargo, debido a las nuevas variantes que constantemente surgen, en el local tratan de mantener las medidas de seguridad como tapabocas y lavado de manos por prevención.

El legado continúa

Yajaira Guadalupe tuvo dos hijas, y aunque ninguna de ellas quiso ser peluquera al momento de empezar a estudiar, volvieron a la peluquería y hoy en día trabajan con su madre. “Mi hija Annkrisbel es licenciada en Educación Integral y mi otra hija Annkarina estudió Turismo”.

Sus rumbos eran distintos al de su madre, pero la situación económica del país las obligó de alguna manera a dedicarse a este oficio, que sin duda les ha permitido desarrollarse y vivir mejor.

“Yo quisiera que se quedaran aquí conmigo, que mis nietas y mi bisnieta fuesen peluqueras como yo, pero cada una va formando su camino, van estudiando cosas distintas y formándose en lo que realmente les gusta”.

Se sigue adaptando al día a día y a los nuevos retos

Lupe se ha adaptado a todo, tiene más de 50 años trabajando y prácticamente se casó y tuvo sus hijas en su local. Su mamá la ayudaba a cuidarlas y cuando eran más grandes iban a la peluquería, fue su ambiente desde pequeñas.

Actualmente en la Calle Los Baños deben haber más de 500 negocios, pero Lupe tiene la patente número 6, es decir que cuando llegó solo habían seis locales en la zona. “No había mucho, en la esquina había un bar que tenía 17 mesoneras, todas ellas venían antes de trabajar y las peinaba para que estuviesen presentables y elegantes al momento de trabajar, cuatro de ellas eran hermanas, tengo muy buenos recuerdos”. 

Lupe cumplía con sus tareas en el ámbito laboral y también en su hogar, por lo que siempre representó un ejemplo a seguir para sus hijas y nietas. Y es que en Venezuela y en Latinoamérica en general, está normalizado el hecho de que las mujeres realizan la mayoría de las tareas de cuidado.

La directora de la organización Soy Mujer, Daniela Ropero, explicó que cuando las mujeres entraron al terreno laboral comenzó la llamada “doble carga”, que no es más que la mezcla de la carga del hogar y el tema laboral. “Esto lo evidenciamos cuando dicen que la mujer venezolana es la mejor, la más guerrera y la más fuerte, porque usualmente el 60% de los hogares crecen sin figura paterna”.

También está el ejemplo de la “mamá luchona”, que no es más que una forma romantizada de la figura femenina dentro del contexto sociocultural, donde romantizamos todas las responsabilidades que debe asumir la mujer sin poner la lupa en las faltas de los otros miembros de la familia.

Para trabajar este tema, es importante distribuir realmente las labores de cuido, saber que existen y que no dependen únicamente de las mujeres. En algunas comunidades organizan espacios para cuidar y atender a los ancianos cuyos familiares se fueron del país y que por ello están solos, esa es una labor de cuido comunitaria que puede realizarse.