Tejiendo redes

Constructoras de paz en Venezuela

Mujeres de la tercera edad entre la soledad y bajas pensiones

Las abuelas viven sus años dorados con ansiedad y sin dinero para adquirir electrodomésticos y reparar sus viviendas

Las filtraciones, levantar una pared o cambiar una lámina de zinc es una tarea difícil y cuesta arriba para las personas de la tercera edad, en especial para las mujeres, quienes sobreviven entre la soledad y la falta de presupuesto, no solo para comer y comprar medicina, sino también para reparar sus viviendas y electrodomésticos.

Cerca de 600.000 personas de la tercera edad en Venezuela viven solas, cifras del año 2022, según la ONG Convite. Aunque la soledad  puede afectar indistintamente del género y la edad, en el caso de las abuelas, la situación empeora porque en su mayoría son quienes llevan el peso del hogar y son las que están pendiente de hacerle “cariñitos” a las viviendas, tarea nada fácil en medio de la emergencia humanitaria compleja (EHC) que vive el país.

Comprarse un televisor para ver las novelas, una lavadora o simplemente cambiar la cuchilla de la licuadora es casi imposible para las mujeres pensionadas o jubiladas, y más  para las que están solas, luego que sus familiares emigraron y tienen dificultades para enviar remesas.

María Sánchez, jubilada de la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) muestra las filtraciones que tiene su casa y con tristeza dice que el sueldo que devenga no le alcanza para hacer pagar a un albañil.

“Mi pensión de 130 bolívares, más lo que me pagan por la jubilación y los bonos que recibo de la Patria, todo eso junto no  me alcanza para comprar un saco de cemento y pagar la mano de obra. Es frustrante esta situación”, comenta la señora.

María pidió un presupuesto para saber en cuánto le salía la reparación de la filtración de una de las paredes y el albañil le presupuestó 300 dólares.

Ella recuerda que en el año 2005 podía comprar sus cosas, pintar su casa y si había un daño de inmediato lo reparaba porque el dinero que recibía por su jubilación le alcanzaba. En esta oportunidad, cuando el albañil le dio ese precio de inmediato se echó para atrás y le dijo que no lo podía contratar.

La historia de María se repite en muchos hogares venezolanos. Entre jubilados y pensionados hay un poco más de cinco millones. Luis Cano, presidente del Frente Nacional de Jubilados y Pensionados, dijo que solo los pensionados son un poco más de dos millones de personas.

La mayoría de estos ciudadanos cobra salario mínimo, tras el aplanamiento de los sueldos y la eliminación de beneficios y primas que están en los contratos colectivos. 

Esto significa que el promedio de las jubilaciones y pensiones en el país es de 130 bolívares, lo que es igual a unos 3.88 dólares al mes a la tasa del Banco Central de Venezuela (BCV) del 16 de septiembre, lo que pone a Venezuela con la peor jubilación y pensión de Latinoamérica.

Desde mayo de este 2023, el presidente Nicolás Maduro informó que los pensionados y jubilados recibirán un bono de guerra de 30 dólares, que es cancelado una vez al mes.  

Además de la precarización de las condiciones domésticas, las fallas de energía y los cortes de luz son una amenaza constante para la tranquilidad y para mantener la funcionalidad de los electrodomésticos.    

Raúl Azparren, miembro de la organización Activos por la Luz, en el estado Lara, detalló que la primera semana de septiembre se registraron más cortes eléctricos en comparación con agosto. 

Lleva un reporte a diario en los municipios Iribarren y Palavecino, contabilizando alrededor de 138 horas sin el servicio en comunidades.

Gabriela Rodríguez, jubilada del Ministerio de Agricultura y Tierra (MAT), quien vive en una comunidad al oeste de Barquisimeto, desde hace tres años se encuentra en sillas de ruedas y padece cada vez que se le va la electricidad, debido a que no puede desplazarse por la casa con seguridad por temor a caerse como le ha pasado en otros oportunidades.

Rodríguez recordó que hace alrededor de seis meses, durante un apagón, se cayó de la silla de ruedas tratando de salir del cuarto al porche. Iba despacio y con su mano tocaba la rueda de la silla para desplazarse, pero uno de los cauchos quedó atascado en un hueco, causado por una filtración que tiene desde hace años, y fue en ese momento cuando sufrió el accidente.

“A veces me frustro, no solo porque estoy postrada en esta silla de ruedas, sino porque no cuento con el dinero para reparar mi casa y evitar más accidentes que me van a causar la muerte”, dice en medio de la tristeza.

En el occidente del país las fluctuaciones afectan con más frecuencia los hogares. Las personas viven en agonía además porque se les dañan los artefactos, y si no pueden repararlos, menos comprarlos nuevos.

 

Un país no apto para envejecer 

Desde el año 2022 los pensionados reciben 130 bolívares mensuales como parte de su pago por todas las semanas que cotizaron en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS).

Edgar Silva, coordinador del Comité de Derechos Humanos de Jubilados y Pensionados en el estado Lara, indicó que desde el año 2013 en Venezuela hay desprotección social para las personas de la tercera edad en todos los ámbitos.

«No cuentan con un buen salario, alimentos, medicinas ni seguridad. Venezuela se convirtió en el peor país para envejecer», aseguró Silva.

Ante el poco ingreso que obtienen, las personas de la tercera edad se ven obligadas a salir a trabajar para poder obtener dinero y poder alimentarse.

«El Gobierno permanece en silencio frente a nuestros reclamos y petitorios, los pensionados vivimos la peor situación de nuestras vidas y necesitamos respuestas, pedimos con el corazón en la mano ser escuchados», ha sido uno de los reclamos que ha hecho Francisco Carmona, miembro del Comité de Pensionados y Jubilados de Lara.

Ana María Crespo (75) sale todas las mañanas desde el barrio Malecón, ubicado en el centro de Barquisimeto, hacia la calle 32 con 24, para vender tostones.

En medio de su faena, cuenta que decidió salir de su casa para vender y poder obtener un dinero extra porque su único hijo se fue del país y aunque trata de enviarle dinero mensual, se queda corto para lo que necesita.

“Él me manda 50 dólares y a veces 100, pero es que eso no me alcanza porque debo comprarme las medicinas para la hipertensión y el resto lo compro en comida. La cocina se me dañó y he querido reunir para comprarme una, pero es casi que imposible», se lamenta.

Ana ha caminado el centro de Barquisimeto para buscar algunas opciones y comprar precio a ver si puede comprarse una cocina. La última vez vio una de dos hornillas y de gas en 30 dólares, pero dice que prefiere seguir cocinando con la eléctrica porque con esa plata puede comprar comida y pagar los servicios de la casa.

Cancelan suscripción 

Olivia Colmenarez, tiene 69 años de edad, vive con su hijo mayor porque sus otras dos hijas se fueron del país. Su tristeza, el no tener con quien hablar durante el día lo dejó a un lado, desde que se aferraba a su televisor y podía ver el programa «Caso cerrado». 

Desde hace dos meses, el televisor está apagado, luego que un técnico de una empresa de telecomunicaciones que presta servicios de televisión por cable, llegó a su vivienda y le dijo que dejaría de ver su programa porque debían migrar a fibra óptica. 

«Me dijo que eran 40 dólares para tener la reconexión, pero imagínese donde encuentro ese dinero, lo que llega aquí en esta casa es solo para comprar alimentos», dijo con tristeza Olivia. 

Sin derechos progresivos 

Toda persona nace libre e igual en dignidad y derechos, sin distinción alguna (incluida la edad). En Venezuela, todas las personas gozan de los mismos derechos humanos, establecidos en la Constitución Nacional, en leyes como  la Ley de Servicios Sociales y la Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social, la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Además, están los tratados y convenios internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el 4 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Recomendación 162 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los trabajadores de edad y la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

No obstante, a las adultas mayores no se les garantiza, de manera progresiva, las medidas necesarias contempladas en esos articulados. Más bien, la situación económica actual genera en ellos momentos de angustia, que la psicóloga clínica Ana Amaro, describe como estados de ansiedad, porque no pueden adquirir electrodomésticos, que antes si lo podían comprar con sus pensiones o pagar los servicios públicos. 

“Cada vez es más difícil para las personas de la tercera edad, que no cuentan con trabajos fijos, poder cancelar los servicios públicos, como es el caso de la electricidad o el agua y llevar una vida con calidad”.