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“Siempre fui un bicho raro”: Margot Benacerraf signada por la irreverencia y la pasión

La cineasta venezolana, referente femenino del cine latinoamericano, nació en Caracas el 14 de agosto de 1926 y falleció en la capital venezolana el 29 de mayo de 2024. Deja un legado importantísimo dentro del séptimo arte y, más aún, una invitación a las mujeres a atreverse a vivir e ir en busca de la realización de sus sueños 

Deysi Ramos – 11/06/24

Margot Benacerraf pionera del cine latinoamericano (Foto: Google)

Margot Benacerraf (1926-2024) se autodefinió en muchas de las entrevistas que concedió como “un bicho raro”, porque se salió del molde impuesto: una mujer para la casa y tener hijos. 

En su lugar, fue la “oveja descarriada” —nacida en una familia tradicional judía-venezolana— que se dejó llevar a lo largo de su extensa y fructífera vida por su pasión más que por la norma. Asistió a la escuela, se graduó de bachiller y luego ingresó a la universidad. En la Universidad Central de Venezuela (UCV) estudió la carrera de Filosofía y Letras y egresó en la primera promoción en 1947.

“Era una pelea dura con ellos (sus padres), sobre todo los fines de año, cuando tenía que pasar entre un año y otro. ¡Una oposición a que estudiara muy fuerte! Pero yo tenía una necesidad, era difícil porque quería a mis padres y ellos eran una maravilla, pero yo sentía que tenía que seguir adelante”. Su irreverencia la llevó a convertirse en pionera del séptimo arte. 

Hoy por hoy, cuando el mundo del cine y artístico en general lamenta su partida, ocurrida en la ciudad de Caracas el pasado miércoles 29 de mayo, también celebra su existencia y el legado que la convierte en leyenda del acervo cultural latinoamericano. 

Para todo cineasta realizar una “gran película” es parte de su motor. Margot Benacerraf lo logró por partida doble con “Reverón” (1952), reconocida en el Festival de Berlín y “Araya” (1958). Ambas obras laureadas, y esta última ganadora del Premio de la Comisión Superior Técnica del cine francés y, simultáneamente, el Premio de la Crítica Internacional (Fipresci) en el Festival de Cannes de 1959. Un filme que se convirtió en un parteaguas de la manera de hacer cine en esta parte del mundo.

“El cine es una pasión, es una manera de vivir, es la memoria, es el arte más joven que ha acaparado a todas las otras artes. El cine es extraordinario”, así definió Benacerraf en entrevista con el escritor Leonardo Padrón al séptimo arte y lo que significó para su vida. 

Esta mujer, siempre adelantada a su época, además de su aporte como realizadora cinematográfica y guionista, formó los cimientos del cine en el país con la fundación de la Cinemateca Nacional de Venezuela, en 1966. Lugar que sirvió para el fomento y el apoyo a noveles talentosos. Además de impulsar lo hecho en Venezuela y una cultura fílmica en el país. “Venezuela era el desierto, aquí no había nada”, rememoró al ser consultada sobre la creación de la Cinemateca Nacional y aseguró que abrir sus puertas al público fue una tarea tan titánica como filmar un largometraje. 

“La Cinemateca tuvo una época importantísima y casi todos los cineastas te pueden decir lo importante que fue para ellos, para formarlos”, destacó en dicha conversación. 

Junto con el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó Fundavisual Latina en 1991, un espacio dedicado al fomento, difusión y defensa del cine y la televisión latinoamericanos.

En la etapa final de su vida aseguraba que aún tenía muchos proyectos en su mente y algunos en ejecución. La creatividad y las ganas de hacer vivieron en ella siempre. 

La cineasta venezolana tiene el honor de ser la única realizadora nacional mencionada en el Dictionnaire des Cinéastes de Georges Sadoul, y su obra “Araya” es el único largometraje venezolano incluido en el Dictionnaire des Films del mismo autor.

Para quienes dicen que su obra maestra “Araya” es un documental, siempre respondió: “No es un documental por muchas razones. Primero porque yo intervine, muchas de las familias que están ahí están compuestas (…) Es una película sobre una gente que vivían una realidad pero con una visión poética. Yo digo que me moriré discutiendo de que no es un documental, y siempre que dicen el documental “Araya”… verdaderamente ya no sé qué hacer”.

Margot Benacerraf desterró la palabra “jamás” de su existencia. “Me niego a eso del jamás, soy una persona muy abierta, me interesa todo”, le dijo a Padrón. 

La claqueta de su vida ha marcado su última toma. A nosotros, el resto de los mortales solo nos queda decir: ¡Agradecemos tu existencia, Margot!