Tejiendo redes

Constructoras de paz en Venezuela

El autocuidado colectivo como herramienta para bajar el estrés y reducir la VBG

Identificar estas herramientas no es fácil, pero están en el entorno. En grupos de bailes o en encuentros de apoyos espirituales hay espacios seguros para cuidarnos, cultivar la confianza, la solidaridad y minimizar el abuso

Briceida Morales – 06/02/24

Priorizar el cuidado personal y hacerlo incluso, colectivamente, es una práctica que nos ayuda a adueñarnos de nuestras vidas, cuerpos, corazones y mentes; así como a liberarnos de las conductas y acciones que desvalorizan, deshumanizan, agotan y destruyen. 

Cuidarnos en espacios seguros mejora nuestra calidad de vida, la salud y nos permite entender la importancia y la trascendencia de estar sanas y en paz. 

Cuando aplicamos herramientas de autocuidado estamos minimizando el abuso, cultivando la confianza y creando un ambiente de solidaridad y resiliencia

Sin embargo, no existe una fórmula para alcanzar el autocuidado y el cuidado colectivo. Las estrategias, evidentemente, dependen del contexto y la cultura. 

Sabemos de algunas prácticas cultivadas a lo largo de la historia y otras que surgen de la necesidad y que, hoy en día, son un punto de apoyo para una buena higiene mental

El autocuidado es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “la capacidad de individuos, familias y comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a las enfermedades y discapacidad con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica”. (Sic)

La doctora Jecsi Dugarte, especialista en psicología clínica y dinámica de grupos, psicoterapeuta de parejas y familias, explicó que así sea madre, hija, hermana, tía, soltera, casada, en unión libre, viuda o divorciada, ama de casa, profesional, estudiante, trabajadora informal o que haga varias de actividades a la vez, por lo general la mujer dedica gran parte de su tiempo a resolver problemas familiares, laborales o a atender a otros y, pocas veces, se prioriza a sí misma, aunque sea unos minutos al día.

Con el tiempo, dijo, estas circunstancias pueden influir en el estado de ánimo, la memoria y el nivel de energía física. 

Ciertamente la mujer está entrenada para cuidar a otros y no para el suyo propio, y está educada para cargar a cuesta varios roles que las sobrecargan física y psicológicamente. 

Algunas se dan cuenta a tiempo y buscan el equilibrio; y otras reaccionan por la presión del entorno y es en ese momento cuando se animan a buscar ayuda la cual puede ser médica, o simplemente se refugian en acciones cotidianas, con las cuales alcanzan un grado de satisfacción, tranquilidad personal y acompañamiento.

Hablamos de actividades como las que hacemos en los gimnasios, la danza, la bailoterapia o la meditación, entre otras, explicó la especialista. 

“Por ejemplo, pongamos el caso de quienes deciden ejercitarse físicamente. Estos grupos de mujeres se reúnen cada día, a la misma hora y se desconectan del trajín. Más allá de eso, estos espacios de encuentro se han convertido para ellas en cenáculos para celebrar la vida, reivindicarse como mujeres y seres humanos”, comentó. 

Un cambio de vida

Cuando Rosa Valero decidió abrir Cardiodance nunca pensó de qué manera llegaría a cambiar su vida y la de otras mujeres. 

Luego de separarse de su pareja, decidió iniciar otra actividad de manera simultánea a su labor como docente. 

“Las mujeres somos multifacéticas, desde que aprendí a llevar mi vida sola sin una pareja y a velar por mis tres hijos, explotaron muchísimos dones en mí que no conocía”. 

Desde entonces, su vida transcurre en ir a su trabajo, enviar a sus hijos al colegio con sus abuelos (que son su apoyo principal en la crianza de sus hijos), regresar, llevarlos a clases de música, danza, tareas dirigidas. Y luego se dedica a las clases de aerobics para las mujeres de su comunidad, de 6:00 p.m. a 8:00 p.m., actividad que realiza en el estacionamiento de su vivienda y en la que ella también consigue un espacio motivador. 

Quienes asisten tienen edades comprendidas entre los 38 a 65 años de edad. En el grupo igual hay mujeres solas que se han reconocido y, ahora, sacan provecho a su potencial, contó.

Técnicamente, la bailoterapia fortalece y tonifica la musculatura corporal, además que contribuye al desarrollo de las capacidades coordinativas, condicionales y movilidad articular. 

Pero, en grupos de estas edades ayuda a reducir los niveles de estrés y fortalece las relaciones interpersonales. Quienes la practican hacen un nuevo tejido social, crean una nueva comunidad que es capaz de acompañarse, de celebrarse y de ser un motivo para el cambio.

“De hecho, cuando alguna de las chicas se ausenta por la razón que sea, siempre desea volver. La idea es dejar huellas positivas en las personas que salen de tu vida, que ellas te recuerden de la manera más positiva posible”, expresó Valero.

Insiste en que cada persona que se acerca a Cardiodance, lo hace para celebrar la vida. “Y cuando finaliza la clase, se permiten conversar. La parte física es importante para cada una de ellas, las vuelve más activas, con más energía para hacer otras actividades. Pero el conectar y compartir las enriquece y, de alguna manera, hacen una pausa en sus problemas, es un ejercicio reparador”. 

La doctora Dugarte contó que suele observar en su consulta mujeres de todas las edades, de diversas zonas de procedencia y situación socioeconómica, saturadas de responsabilidades y conflictuadas por el manejo eficaz del tiempo

“La actividad física permite hacer una pausa mental a través del movimiento,  este  esfuerzo genera sensaciones corporales que ubican a las personas en el ‘aquí y ahora’ y no en ‘el allá y el entonces’ de los asuntos por resolver de la vida cotidiana”. 

A lo anterior añadió el hecho de que la interacción social, desde el momento de salir de casa, invita al contacto visual con otras personas y a saludar, hasta a establecer tal vez una conversación y crear amistades, permite la liberación no solo de endorfinas, sino además de otros neurotransmisores neuroprotectores generadores de bienestar, propiciando así una mejor salud física y mental, fortaleciendo el área muscular y el sistema inmunológico y actuando en la prevención  de los trastornos de ansiedad, depresión y memoria.

“Se da un aumento de autoestima, nos recuerda que es primordial el amor propio, el autocuidado; y que si no estamos bien, ¿cómo podemos disfrutar en pleno nuestro día a día? y ¿cómo podemos brindar bienestar a nuestros seres queridos más cercanos?”, reflexionó la especialista.

Mujeres en círculos 

No es algo nuevo, pero es una situación que vemos en alza y es el hecho de cómo se han incrementado (y más luego de la pandemia generada por el Covid-19) los espacios de encuentro de mujeres, o círculos de mujeres, en dónde a través de terapias informales o con especialistas, se dedican a sanar memorias que muchas veces quedan dormidas, silentes, y que hasta no observar, compartir y visibilizar, no pueden sanarlo. 

Ana Botello, junto a Johana Corredor, coordina uno de los círculos, donde se practica la danza consciente y ejercicios sistémicos. 

Adicional, se realizan actividades como la danza del vientre terapéutica para reprogramar la esencia femenina que muchas veces, “por temor, por miedo, por pena, tememos mostrar al mundo”. 

“Los círculos de mujeres son espacios para curar en conjunto, sana una y sanamos todas, porque podemos identificar algún bloqueo en otra chica y poder vernos en ese espejo, además le damos voz a todo ese dolor que ha viajado de generación en generación y, nos liberamos. En estos espacios se busca dar esa contención, que conecten con su sentir para que en su día a día puedan transformarse en mujeres seguras que fortalezcan su amor propio”.

Aunque el anterior ejemplo puede verse como una pseudoterapia, quienes la practican lo que tratan es de abordar la resolución de conflictos, aumentar el autoconocimiento y favorecer el cambio personal. 

Otros grupos se unen para hacer constelaciones familiares, una terapia alternativa que busca identificar y resolver. “A veces solo es ver hacia adentro. Aceptarse, crecer y sanar”.

Estás técnicas no son impuestas, y no están por encima de la ciencia o del sistema de justicia, en el caso de tratarse en el círculo algún caso de violencia basada en género (VBG) que amerite un tratamiento especializado y seguimiento. Se trata de actividades que pueden funcionar como de acompañamiento, en este caso es un autocuidado espiritual.

Y si bien en cada uno de estos espacios hay reglas como el horario, el tipo de vestimenta, el respeto entre ellas, hay otras normas que debemos cultivar: el autocuidado es tener conciencia y debe ser una rutina inamovible.

Cuidarse no es un acto de egoísmo, es asumir responsabilidad por la salud y ejercer el derecho a conservarla; y se da en varios aspectos de la vida diaria: en lo social, en la higiene, en lo físico, en lo emocional.

Así como tener una buena alimentación y dormir bien, siempre que haya espacio para hacer uso de estas herramientas, estamos trabajando en la prevención de la VBG y cuidando la salud mental de las mujeres y su entorno.

Escape y motivación

  • Yasmira Zerpa, docente fuera del ejercicio, quien se mantiene con un pequeño taller de confecciones y pasa gran parte de su faena sentada en una silla, maniobrando entre las tareas del hogar, la crianza de sus cuatro hijos y su rol de esposa, ve el ejercicio como una puerta de escape, “porque me ayuda a salir de la rutina diaria”.
  • Anyelina Rondón, madre de dos niños de 10 y 12 años, tiene cerca de un año asistiendo a la bailoterapia. “Me sentía un poco mal de salud, con dolores articulares y gracias a las orientaciones recibidas me siento mucho mejor. En este espacio no solo hacemos ejercicios sino que a través del baile disfrutamos mucho, allí nos olvidamos de las preocupaciones del día, del estrés del trabajo y de las labores del hogar”. Manifiesta que compaginar trabajo y las tareas del hogar siempre agota, pero el ejercitarse les ha permitido crear lazos de amistad. “Cuando alguna pasa por una situación difícil nos apoyamos entre todas”.
  • Guiadis Carolina Moreno, ama de casa, trabaja en la iglesia como asesora de niños y adolescentes, y se desempeña en una comunidad de base dentro de la iglesia de la comunidad de Guanapa. Para ella ser parte de una agrupación de mujeres le ha permitido mejorar su salud y su autoestima. “Aprendemos a valorarnos y a querernos como mujer. Rompemos los estereotipos, es decir, no tenemos que ser 90, 60, 90 para ser felices. Lo más importante de estar allí es tu salud y que te sientas bien tal cual eres. Tampoco estamos pendientes de criticar y juzgar a las demás mujeres, allí somos una gran familia”.

Ella comenta lo significativo que es encontrar un espacio seguro,  donde muchas llegan con problemas de estrés, de trabajo, de violencia en sus hogares: “allí se desconectan del mundo, sonríen, somos nosotras en total felicidad”.