Tejiendo redes

Constructoras de paz en Venezuela

La salud femenina fuera del presupuesto de las mujeres venezolanas

Ir a una consulta ginecológica, hacerse exámenes de rutina, controlarse los embarazos y  gestionar saludablemente la menstruación son prioridades para las mujeres, pero cuando sacan cuentas de cuánto cuesta, la mayoría aplaza su autocuidado y se dedica a cubrir las necesidades del hogar

Dayrí Blanco – 26/02/24

Foto: Referencial

Irma Sánchez tiene una lista de prioridades en la que no se incluye a sí misma. Ella sabe que debe hacerlo, pero sus cuentas cada quincena no le dan para agarrar el teléfono y agendar la cita en el servicio de ginecología que ha postergado por tanto tiempo. 

Hace un esfuerzo de memoria para recordar cuándo fue la última vez que acudió a consulta, cuenta los meses en voz alta y con los dedos hasta llegar a julio de 2021. “Fui porque pensé que se me estaba adelantando la menopausia. Me despertaba en las madrugadas sudando, pero después se me pasó”, dice. 

Ella no fue a buscar el resultado de la citología. Tampoco se hizo los exámenes hormonales que le indicó su médico en esa consulta a la que fue tras siete años sin ir a control ginecológico. “Después que tuve a mi hijo no había ido más por falta de tiempo y de dinero”, recuerda. 

Irma vive en Valencia, tiene 37 años, es madre soltera y su sueldo apenas le alcanza para cubrir las necesidades básicas de alimentación en su casa en la que vive con su hijo y su mamá. Trabaja en el departamento de compras de una empresa en Guacara e integra la estadística de 5 de cada 10 que acude regularmente a control ginecológico, según el estudio “La salud de las mujeres en Venezuela”, desarrollado por la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA) y Aliadas en Cadena, en 2020.

Lo anterior ha sido reflejado en el informe Las más jóvenes, las más vulneradas. El impacto de la crisis venezolana en las mujeres entre 18 y 24 años, presentado en septiembre de 2023 por la Red de Mujeres Constructoras de Paz, el cual constata que la precariedad de los servicios de ginecología y obstetricia en el país repercute negativamente en la forma en la que atienden a las mujeres. En ese documento se hace referencia a que  9 % de las encuestadas que no usa anticonceptivos lo hace porque no pudo o no puede acceder a una consulta gineco-obstétrica. 

“Eso nos indica que estas carencias no solo afectan a quienes van a los centros y están expuestas a recibir una pésima calidad de atención, sino también a aquellas que, para prevenir malas situaciones, por falta de turnos, por el colapso, o por la imposibilidad de movilizarse, dejan de ir. Una joven que no puede acceder a una consulta es mucho más propensa, no solo a un embarazo no deseado, sino también a que infecciones de transmisión sexual generen agravantes en su salud”, cita el informe.

No hay presupuesto

El problema es claro. Para la mayoría de las mujeres venezolanas, los ingresos que reciben son insuficientes. El ginecólogo obstetra, Jorge Pérez, integrante de la junta directiva de la ONG Médicos Unidos de Venezuela, capítulo Carabobo, detalló que el número de pacientes que asisten a sus controles periódicos ha disminuido considerablemente.

Sus registros revelan que de 10 pacientes que iban a la consulta, al menos una vez al año, ahora solo lo hacen dos. Esto comenzó a evidenciarse en el año 2014, pero se agudizó en 2020 como consecuencia de la pandemia por COVID-19.

Desde 2022 algunas mujeres han vuelto a sus controles, pero no lo hacen periódicamente. “Cuando se acabó la cuarentena empezó a notarse esa preocupación por las consultas atrasadas, pero eso no ha significado que asistan de nuevo en el tiempo recomendado”, refuerza. 

El doctor Pérez destacó que este chequeo es importante para la salud de las mujeres y, dependiendo de sus hábitos, actividad sexual y de su edad, se determina cada cuánto tiempo deben recurrir al ginecólogo.

“Una mujer en edad reproductiva, con vida sexual activa, debe asistir a control cada seis meses para realizar citología y para descartar o detectar en momentos oportunos algunas infecciones de transmisión sexual. Pacientes sin una vida sexual activa y con sus dos últimas citologías en perfectas condiciones, sin ninguna complicación, puede verse una vez al año”, sugiere.

En esa consulta es fundamental realizar ecografía pélvica o transvaginal para evaluar el estado de sus órganos genitales internos, y tomar la muestra para la citología, que no es un método de detección de cáncer de cuello uterino, sino diagnóstico precoz que puede reportar presencia de lesiones sospechosas o de modificaciones celulares atípicas, lo que es indicativo de una biopsia de cuello de útero.

El costo promedio de esa consulta, con citología incluida, está entre 40 y 50 dólares, en el sector privado de Carabobo. En el público, se debe pedir cita que agendan para unas dos o tres semanas después, y a la que deben llevar los insumos como hisopo largo, paleta de madera llamada “espátula de Ayre” y una lámina de vidrio, para la extracción de la muestra de las células de la vagina y del cuello uterino, y luego trasladarla a un laboratorio privado donde cobran entre 15 y 20 dólares por procesar la citología.

“Una de las complicaciones más temidas por los ginecólogos son pacientes a las que se les realiza una citología y se les dice que hay que hacerles una biopsia, que ronda los 40 dólares el estudio más 40 por la toma de la muestra y, por no contar con los recursos necesarios no la hacen y llegan después con un cáncer invasivo que se pudo detener con tratamiento oportuno y adecuado. La realidad es que muchas pacientes se complican por no tener los recursos necesarios para estos procedimientos”.

Y si en la consulta ginecológica se detecta alguna infección, la paciente debe sumar a los 40 o 50 dólares de esa evaluación, al menos 30 dólares adicionales para comprar el tratamiento indicado, “pero muchas no lo hacen, no tienen el dinero y se complican”.

Un derecho humano costoso

Durante la Conferencia Internacional de Derechos Humanos de 1968, la planificación familiar se convirtió en una obligación de derechos humanos de todos los países y sus gobiernos. A 56 años de ese momento, muchas mujeres no tienen acceso a los métodos que le permitan ejercer ese derecho humano básico de decidir, de manera libre y responsable, el número de sus hijos; y tampoco gozan de las herramientas como para sentirse empoderadas, salir de la pobreza y alcanzar el desarrollo.

En 2015, los 192 miembros de las Naciones Unidas se comprometieron con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3.7 que establece «garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la planificación familiar, la información y la educación, y la integración de la salud reproductiva en las estrategias y programas nacionales para 2030”, a seis año de la meta, en Venezuela, el 42 % de las mujeres de entre 18 y 24 años no usa anticonceptivos. El 9 % de ellas por el alto costo, según el informe de la Red de Mujeres Constructoras de Paz, realizado en 2023.

La encuesta realizada en 2020 por AVESA y Aliadas en Cadena también arrojó cifras preocupantes: siete de cada 10 mujeres no utilizan métodos anticonceptivos; seis de cada 10 mujeres, niñas y adolescentes venezolanas requieren métodos anticonceptivos y de prevención de infecciones de transmisión sexual, pero solo 13,5 % de ellas asumió que puede adquirirlos vía compra propia, o dispensados o donados por el Estado o alguna organización.

Aracelis Polanco vive en la parroquia Miguel Peña de Valencia, al sur de la capital carabobeña. Tiene 22 años, una niña de tres años y cinco meses de embarazo. En el porche de la casa en la que reside con su pareja, su suegra y dos de sus cuñados, vende golosinas para ayudar con los gastos al papá de sus hijos que hace trabajos de herrería de manera intermitente.

Ella nunca ha usado un método anticonceptivo. Sabe que existen las píldoras y los preservativos masculinos, pero se le hace imposible costearlos.

En el mercado venezolano se consiguen pastillas anticonceptivas entre los 15 a los 25 dólares, mientras que, en algunos hospitales como el Dr. Adolfo Prince Lara, de Puerto Cabello, se debe estar en control ginecológico para optar a ingresar a la lista de beneficiadas con la entrega de una caja de píldoras al mes, entre quienes priorizan a pacientes con patologías como Síndrome de Ovario Poliquísticos.

La caja de tres preservativos masculinos, que además protegen de enfermedades de transmisión sexual, ronda los dos y los cinco dólares, monto que, por bajo que parezca, significa un “golpe” en el presupuesto de familias como la de Aracelis y su pareja.

Otra opción de planificación familiar la representan los dispositivos intrauterinos que se consiguen en farmacias en alrededor de 200 dólares, a lo que se deben sumar los 50 o 60 dólares por su colocación en consulta ginecológica. Es reversible y de largo plazo, pero implica una inversión mucho mayor.

El doctor Jorge Pérez explicó que el método más usado actualmente son los implantes subdérmicos, que tienen un costo entre 80 a 100 dólares sin incluir el trabajo de implante que eleva el monto a 140 dólares, aproximadamente.

“Hay instituciones públicas que los ponen de manera más asequible, por el orden de los 60 dólares, pero no pueden cubrir la gran demanda”.

Además de no usar métodos anticonceptivos, Aracelis solo va a la consulta ginecológica a controlar su embarazo, pero tampoco lo hace de forma regular. En cinco meses solo ha ido una vez y está planificando ir solo en dos ocasiones más antes de dar a luz.

Esto traería consecuencias significativas tanto para ella como para el bebé, ya que las consultas son fundamentales para monitorear la salud y el desarrollo del embarazo, así como para detectar y abordar posibles complicaciones a tiempo. Son controles que permiten evaluar la salud general de la mujer embarazada, controlar la presión arterial, verificar la ganancia de peso adecuada y detectar cualquier problema de salud que pueda surgir durante el embarazo. Además, la ausencia de estos controles puede llevar a la falta de detección de posibles anomalías o problemas de crecimiento en el feto.

Cuidados mastológicos en segundo plano

Por su parte, Irma nunca se ha hecho una mamografía. Aunque para su edad ya debió hacerse, al menos, tres mamografías, e ir a control anual, confiesa que le da temor porque le han dicho que es un estudio que duele o incomoda. Sin embargo, no está cerrada a la posibilidad más adelante. Quisiera hacérsela, solo que entre sus gastos no puede incluir esa evaluación.

Aunque en octubre de 2023, después de más de una década sin el servicio, se reinauguró el área de mamografía en Hospital Oncológico “Dr. Miguel Pérez Carreño”, ubicado en el municipio Naguanagua, representantes de diferentes ONG han denunciado que no cubre la demanda en la entidad carabobeña, ya que está destinada para pacientes que se controlan en el lugar.

En el sector privado la mamografía está por el orden de los 30 y 40 dólares, y hay organizaciones como la Fundación contra el Cáncer de Mama (Funcamama) que en sus tres sedes de Carabobo la realizan en 20 dólares.

De acuerdo con los datos de AVESA y Aliadas en Cadena, seis de cada 10  mujeres acuden a control mastológico, el 73,4 % de las más jóvenes (9-39 años) no asiste con regularidad, pero a partir de los 40 años, 83,7 % sí lo hace regularmente.

Salud y educación menstrual en retroceso

Johandry Mujica es vecina de Aracelis. Tiene 17 años y cada mes se enfrenta a las precariedades de la salud menstrual, como consecuencia del bajo poder adquisitivo de su familia.

Su hermana de 14 años y su mamá viven lo mismo. El presupuesto en su casa solo alcanza para comprar un paquete de ocho toallas sanitarias nocturnas y uno de 10 unidades de tamaño regular, con lo que las tres deben solventar sus necesidades de salud menstrual.

“Yo uso dos de las nocturnas y dos de las normales, me las pongo solo para ir al liceo. De resto uso unas toallas que hice con tela y que son lavables”. El restante de las toallas se lo distribuyen entre su mamá y su hermana, quienes también se ponen reusables en casa.

Tres dólares es lo que gastan al mes y por lo que entran en la estadística del estudio de AVESA y Aliadas en Cadena, que reveló que las principales causas de aplicación de alternativas caseras a productos de salud menstrual son, en primer término, los problemas económicos y alto costo de estos materiales, en un 62,8 % de los casos.

De acuerdo con el informe “Ser Mujer en Venezuela: Diagnóstico comunitario y propuestas para la acción humanitaria”, realizado por la alianza Con Ellas, conformada por las organizaciones Acción Solidaria, Centro de Justicia y Paz (Cepaz), Funcamama, Prepara Familia, Uniandes y Unión Afirmativa, en 2022, una de cada cuatro mujeres no tienen nunca acceso a toallas sanitarias desechables, lo que refleja que la pobreza menstrual es vivida por miles de adolescentes y mujeres en Venezuela. Este número empeora a tres de cada cinco mujeres cuando se refiere a toallas sanitarias reusables, tampones, copas menstruales, entre otros productos de higiene menstrual.

Magdymar León, coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA), declaró para la Red de Mujeres Constructoras de Paz que, en Venezuela, el paquete de toallas sanitarias cuesta alrededor de un dólar y, aunque parezca poco, para el 76 % de la población es inalcanzable debido a la pobreza extrema de 53,3 %, tabulada por la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello.

Según la encuesta realizada por la red citada anteriormente, más de un tercio de las mujeres informaron que ellas mismas o algún familiar ha tenido que ausentarse de sus actividades laborales o estudiantiles debido a la menstruación. Estas ausencias tienen motivos significativos, como la falta de acceso a productos menstruales, que afecta al 30 % de las encuestadas.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) elaboró en 2018 el concepto de manejo de la salud menstrual, que incluye una dimensión material e inmaterial para conocer la práctica cotidiana de las mujeres. La inmaterial implica el nivel de conocimiento manejado por las mujeres, niñas y adolescentes en torno a la salud menstrual, y la material se relaciona con el acceso a los bienes y servicios necesarios para la práctica higiénica. 

La realidad venezolana evidencia que en el país no se cumple a cabalidad con ninguna de las dos dimensiones, debido a que, además del bajo poder adquisitivo de la población, existe desconocimiento respecto a otras herramientas de salud menstrual como la copa.

En el mercado se consigue entre tres y cinco dólares, “lo que resulta una opción más económica, que genera autonomía y es amigable con el medio ambiente”, aseguró el doctor Pérez. Sin embargo, cuando lo recomienda a sus pacientes nota cierta resistencia por ser algo desconocido.

Solo emergencias

Valentín Molina es médico internista. Cumple horario en un hospital público de Carabobo y tiene un consultorio privado en el que atiende tres tardes a la semana. En ambos lugares, el número de mujeres que van a evaluarse con él ha disminuido considerablemente en los últimos cinco años.

“La mayoría de los pacientes que recibo son hombres que vienen acompañados de sus esposas, hijas o hermanas y, mientras los veo y les hago la historia, me encuentro con que las mujeres que están con ellos necesitan atención médica integral por diferentes síntomas y patologías, pero ellas no le dan importancia”.

Recordó que, al menos una vez al año, además de los exámenes ginecológicos, las mujeres deben hacerse análisis de laboratorio básicos para determinar si hay algún factor alterado que amerite tratamiento.

Solo en caso de emergencias como dolores incapacitantes, es que la mayoría de las mujeres deciden acudir al médico. La psicóloga María del Mar Rodríguez, explicó que las mujeres, a menudo, asumen roles de cuidadoras en la familia, lo que puede llevarlas a priorizar la salud y el bienestar de los demás antes que el suyo propio. Pueden estar tan enfocadas en las necesidades de los demás que descuidan su propia salud.

“Este enfoque puede llevarlas a relegar sus propias necesidades, incluida la atención médica, en favor de las de los demás. También ocurre que algunas mujeres pueden no estar completamente conscientes de la importancia de cuidar de su propia salud y pueden percibir la atención médica como una prioridad más baja en comparación con las responsabilidades familiares y otros compromisos. Incluso, hay quienes tienen temor subyacente al autocuidado, ya sea por miedo a descubrir problemas de salud, falta de tiempo o preocupaciones financieras. Este miedo puede llevar a postergar la búsqueda de atención médica”.