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Constructoras de paz en Venezuela

Mujeres de Barcelona callan violencia obstétrica para proteger a sus bebés

En el principal hospital de Anzoátegui, Luis Razzetti, las historias de violencia en contra de las parturientas abundan. La abogada Martha Rosales, de la Dirección de Violencia Intrafamiliar de la Policía de Sotillo, asegura que son pocos los casos que logran ser esclarecidos, pues las mujeres denuncian

Por Giovanna Pellicani – 20/05/2023
Foto: Corporación de Vialidad e Infraestructura (Covinea) realiza una inspección del área de obstetricia en el Hospital Luis Razzetti en abril de 2022. Crédito: El Tiempo

Ailyn Morales soñaba con escuchar el primer llanto de sus gemelos Jusué y Jehan, pero el día que nacieron sólo uno de ellos lloró. Cuando ella preguntó por el segundo de sus bebés, quienes la asistían en el parto le aseguraron que había llorado y que ella no lo había escuchado.

La joven, de 21 años de edad, tenía ocho meses y tres semanas de embarazo cuando comenzaron las primeras contracciones. Su médico tratante le había fijado como fecha para hacerle una cesárea el 15 de abril; sin embargo, dos semanas antes se le rompió la fuente.

Ella, quien vive con su pareja Jehan Carlos Rodríguez en el sector Barrio Obrero de Clarines, zona oeste del estado Anzoátegui, coordinó con su ginecólogo para que el nacimiento de sus hijos fuera en el Hospital Luis Razetti de Barcelona; y, debido a la dificultad que enfrentan para salir del sector por la falta de transporte público, acordaron que antes de la fecha se mudarían, temporalmente, a la residencia de un familiar ubicada más cerca del puesto asistencial. Pero, los planes cambiaron cuando el parto se adelantó.

“El 2 de abril a las 9 de la mañana tenía dolor de vientre y llamamos al doctor. Le dijo que se acostara y guardara reposo para esperar la cesárea. Cinco horas más tarde nos tocó correr y resulta que el ginecólogo estaba fuera de la zona, por lo que tuvimos que entrar por la sala de urgencias del Hospital Luis Razetti y esperar a que el especialista de turno la atendiera”, contó Jehan.

El Hospital Luis Razetti de Barcelona es el principal centro asistencial del estado Anzoátegui y según el director Oscar Navas, es allí donde atienden a la mayoría de los partos de la entidad. Pese a ello, cuenta con poca dotación, y pacientes y sus familias tienen la obligación de llevar todos los insumos para garantizar la hospitalización oportuna.

Los partos son atendidos en el piso 5, que cuenta con una sala de espera con capacidad para 30 personas. En esa área se pueden escuchar a diario las quejas de los familiares directos, quienes aseguran que los baños de las habitaciones están insalubres y que las camillas donde reposan las mujeres después del parto están en mal estado.

Ernesto, vecino de Ailyn, fue quien la trasladó a bordo de su Malibú hasta el principal centro asistencial del estado Anzoátegui. Una vez en el área de emergencia la joven mostró sus controles prenatales y un informe detallado donde se alertaba que, debido a que era un embarazo de gemelos, había alto riesgo. Por eso, se atrevió a decirle a los médicos que requería una cesárea.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la tasa de cesárea en un país debe oscilar entre el 10 % y el 15 % del total de nacimientos, pues solo en ese porcentaje son considerdas necesarias para preservar la vida de la madre y su bebé o bebés. Desde la organización enfatizan en que la cesárea, cuando está justificada desde el punto de vista médico, es eficaz para prevenir la morbimortalidad materna y perinatal. 

Sin embargo, en Venezuela, a raíz de la Emergencia Humanitaria Compleja y las crisis, los centros de salud como el Luis Razzetti carecen de insumos, personal e instalaciones que permita incluso realizar el mínimo de cesáreas que se aconsejan. 

En un embarazo gemelar, los estatutos médicos aconsejan cesárea dependiendo de la posición en la que se encuentre cada bebé, el peso que tengan y la cantidad de semanas de gestación. En el caso de Ailyn, ya se había acordado que esta sería la vía. 

No obstante, Jehan aseguró que a su esposa las enfermeras le respondieron, en tono de burla, “que si se creía la jefa de emergencia, que allí los médicos de guardia eran los que decidían”. 

El hecho de que la mujer reciba reproches, insultos y burlas relacionadas a la atención de su parto, es una manifestación de la violencia obstétrica, que es una forma de violencia de género muy invisibilizada.

La Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia (2007) señala que la violencia obstétrica se refiere a la apropiación del cuerpo y los procesos de las mujeres por el personal de salud que se expresa en un trato deshumanizador, donde se limita su participación mediante el uso excesivo de medicamentos que interfieren en el proceso natural del parto y nacimiento, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres. 

Pese a tener el informe médico que sugería la cesárea y contaba con su control prenatal, Ailyn parió y le practicaron fórceps, dijo su esposo.

El fórceps se utiliza para ayudar a salir al bebé por el canal del parto, y la utilización de está técnica sin el consentimiento informado y sin que quede la constancia en la historia médica, también es violencia obstétrica y una es una acción que afecta a las mujeres, no solo en la dimensión física (aplicación de procedimientos en su cuerpo), sino en lo emocional y psicológico en un momento de tanta vulnerabilidad como lo es el parto y nacimiento.

Jeham también contó que le impidieron pasar a acompañarla, aun cuando el protocolo de atención: Cuidados prenatales y atención obstétrica de emergencia indica que se permite  a la parturienta estar acompañada por su pareja o persona de su elección y mantener la intimidad del momento. “Así ocurre con el resto de las parturientas, pues no está permitido el paso de ningún familiar”, aclaró.

“Además me pidieron varios insumos, y tres horas más tarde me vinieron a decir que le llevara ropa a los bebés al piso nueve, yo no sabía que allí quedaban los Cuidados Neonatales y estaban los que nacían con alguna anomalía”, recordó.

Los familiares de la parturienta gastaron $130 (ciento treinta dólares) entre alcohol, sutura, guantes, monos quirúrgicos, gasas y antibacterial para que la joven pudiera ser atendida.

Padres de recién nacidos aseguran que no cuentan con recursos para costear insumos que necesitan sus niños mientras están en la sala de Cuidados Neonatales.

Prefieren callar  

Los dos bebés, durante las primeras horas de nacidos, estuvieron juntos en una sola incubadora. El papá contó que  uno de ellos lloraba y el otro permanecía inmóvil. Al ver que el más pequeño no respiraba, notificó a los galenos y éstos le pidieron que saliera de la sala de Cuidados Neonatales. Media hora más tarde, le informaron sobre la muerte de uno de los niños.

La pareja entró en desesperación y hasta ahora no han recibido una respuesta clara de lo ocurrido. En aquel momento ambos jóvenes sabían que algo no estaba bien, pero prefirieron callar. 

Cuando los familiares de la pareja comenzaron a averiguar qué había ocurrido, les entregaron un informe médico en el que los galenos de turno especificaron que la joven no contaba con control prenatal, a pesar de que eso fue lo primero que mostró al pisar la puerta del centro asistencial.

“Sin control prenatal decía el informe y no entendíamos nada. No le informaron que le harían fórceps”, recalcó el padre.

La sala de Cuidados Neonatales permanece con vigilancia continua para evitar las visitas sin autorización de las parturientas y sus familiares.

Una de las enfermeras que labora en la sala de maternidad del Hospital Luis Razetti de Barcelona, aseguró que a diario son muchas las historias similares que escucha en los pasillos del piso cinco.

Ha sido testigo, en sus 14 años de servicio, de que en el centro asistencial se registran, al menos, 25 nuevos nacimientos a diario, pero la tasa de mortalidad supera el 10 % según sus estimaciones. Ella no ha tenido alcance a los registros; sin embargo, por su faena diaria ha podido contabilizar los nuevos ingresos.

“Aquí se escuchan historias de historias, pero nadie habla. Algunas han normalizado la situación y otras prefieren callar para garantizar la salud de sus pequeños, sienten que les puede pasar algo si exponen al personal médico”, aseguró la trabajadora a quien se le reserva su identidad.

También la abogada Martha Rosales mencionó que algunas mujeres prefieren guardar silencio y ocultar de alguna forma los hechos de violencia obstétrica, “lo hacen por la seguridad de sus recién nacidos”.

“Las parturientas son muy vulnerables. Desconocen sus derechos porque no existen campañas preventivas y políticas públicas. También, ignoran que son amparadas por el artículo 51° de la Ley Orgánica Sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia. Se atreven a callar para cuidar de sus bebés”, agregó Rosales. 

La especialista, quien labora en la Dirección de Violencia Intrafamiliar ubicada en  la comandancia de Polisotillo, en el municipio Sotillo del estado Anzoátegui, aseguró que son pocos los casos de violencia obstétrica que logran ser esclarecidos, pues las mujeres no acuden a denunciar.

“Trabajadores del Hospital Luis Razetti me han informado que en el mes de marzo de 2023 se reportaron 67 muertes neonatales en ese centro asistencial, y sólo una de estas madres fue a denunciar. A todas les dijeron que los bebés murieron por contraer una bacteria, entonces estamos frente a la contaminación de las áreas y la directiva no lo ha informado”, añadió.

En el Informe “Estado de la atención ginecobstétrica durante la gestación, parto, nacimiento y puerperio inmediato en el sistema de salud venezolano” las autoras indican que aunque son múltiples los estudios que afirman que la violencia obstétrica se ejerce con mucha frecuencia, existen serias dificultades para lograr que las mujeres que son víctimas, presenten sus denuncias, por distintas razones. En primer lugar, entre las pacientes no hay conciencia de sus derechos durante la atención del embarazo, parto, postparto o post-aborto; tampoco esta problemática se difunde de manera sostenida; finalmente, la violencia obstétrica está tan naturalizada entre las mujeres que la viven, que resulta difícil conceptualizarla como tal. 

La violencia obstétrica vivida por Ailyn reafirman la ineficacia y la invisibilización de políticas públicas que garanticen la salud sexual y salud reproductiva de las mujeres, dentro de un sistema de salud que tiene la responsabilidad de brindar una atención de calidad.

La violación de este derecho no solo ocurre en el principal centro asistencial de Anzoátegui. También se ha registrado en otros hospitales de la red pública del país, casos documentados por el equipo de Mujeres Constructoras de Paz en Táchira, Bolívar y Sucre.

Violencia y depresión

En el caso de Ailyn esta violencia también tocó sus necesidades emocionales y afectivas, puesto que no fueron consideradas ni atendidas durante el proceso. 

Al respecto, la psicóloga Laura Vera, quien tiene 17 años de experiencia, explica que  una consecuencia de callar y no canalizar este tipo de acto asoma la posibilidad de atravesar por cuadros depresivos después del parto.

“El cambio de humor muchas veces se torna incontrolable y podría generar irritabilidad en el grupo familiar, por ello es recomendable que acudan a un especialista, y que luego sean guiados para procesar legalmente la denuncia con el fin de hacer valer sus derechos constitucionales”, resaltó Vera.

Este tipo de casos, son los que menos se ven en una consulta privada, “pero eso no quiere decir que no esté ocurriendo, por eso es necesario que en los centros asistenciales cuenten con consultas de psicología gratuitas para pacientes, algo que hace unos cuantos años atrás existía y que ahora ha sido suspendido junto con la paralización de las consultas electivas del Hospital, donde solo atienden las emergencias hasta nuevo aviso”, expresó.

Otra enfermera, quien labora en la sala de parto del Hospital Luis Razetti de Barcelona, quien pidió mantener en reserva su nombre, aseguró que a diario escucha en los cuartos de hospitalización sobre humillaciones, partos forzosos y mala praxis (responsabilidad profesional por los actos realizados con negligencia), “pero de allí no sale la información, todas prefieren callar”.

Y esta no fue la excepción para Ailyn Morales, quien estuvo 21 días continuos esperando por el alta del gemelo que sobrevivió y que estaba luchando por su vida en la sala de cuidados neonatales del principal centro asistencial de la entidad.

De hecho, Ailyn estaba en la sala de parto junto con otras seis mujeres y a su lado se encontraba una adolescente de 17 años, quien contaba, en medio del llanto, que durante todo el parto la humillaron y le decían que tenía que ser fuerte porque lo había sido para procrear. 

“Así como yo todas las mujeres deberían alzar la voz porque sino van a seguir ocurriendo estos hechos que ponen en riesgo nuestras vidas y las vidas de nuestros bebés, es por eso que las invito a conocer sus derechos y a actuar en defensa de ellos”, destacó la joven que, mientras secaba sus lágrimas, iba a amamantar a su bebé y esperaba el alta para acudir al Ministerio Público para denunciar el hecho.

Fotos: Giovanna Pellicani