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Antonio Pasquali | Libertad de recibir

Reflexiones de Antonio Pasquali, comunicólogo venezolano, a propósito de la investigación de IPYS Venezuela Navegación a la mínima expresión: condiciones de la calidad de internet en Venezuela

Por Antonio Paquali
Antonio Pasquali
Hago algunas reflexiones a propósito de la presentación de la investigación de IPYS Venezuela, titulada Mínima expresión: condiciones de la calidad de internet, que la organización enmarcó en la Libertad de Comunicar, de lo cual mucho me complazco porque vengo insistiendo hace tiempo en que sólo esa formulación, y no la “Libertad de Expresión”, permite connotar o referirse a la totalidad de las libertades o ausencias de libertad atribuibles al Comunicar.

Reconozco que, históricamente, la fórmula “Libertad de Expresión”, de origen anglosajón, se ha impuesto urbi et orbi y que se sigue empleando en el mundo entero para referirse, genérica e impropiamente, a las libertades en el comunicar. Ella nace en el Bill of Rights inglés de 1689, y prosigue su larga vida en el Massachusetts Bill of Rights de 1780, en las Enmiendas a la Constitución de 1787, en el Bill of Rights norteamericano de 1791, en la bolivariana Constitución de Angostura de 1819, en el Art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, en el Art. 10 de la Convención Europea de 1950 y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (ver cap. 2 de La Comunicación-mundo, 2011); así que no le faltan criterios de autoridad a quienes insisten en el error de emplearla.

La Libertad de Comunicar, un concepto menos sajón y más latino, tuvo un solo gran y siempre memorable defensor: Marie-Joseph de La Fayette, héroe de la independencia norteamericana, estudioso de losBill of Rights de Virginia y Massachusetts y amigo del Jefferson principal autor de la Declaración americana de Independencia, quien a su regreso a Francia fue autor básico de la celebérrima Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 aprobada por una Asamblea que presidía y en la cual, dejando de lado la freedom of expression, introdujo una omnicomprensiva liberté de communication.

La Comunicología, que ha dado grandes pasos en los últimos decenios, permite precisar hoy los límites de una fórmula que empleamos ilimitada e indiscriminadamente. “Libertad de Expresión” sólo connota la libertad de quien se expresa, del Emisor, no la del Receptor para quien urge forjar la expresión “Libertad de Recepción”; y como quiera que el progreso, la industria y las tecnologías pre-internet terminaron acumulando el poder de emisión en los centros de poder político y económico, esa “libertad de expresión” tan querida por los grandes emisores termina siendo de facto y mayoritariamente una libertad patronal y hegemónica. Si se fuera a emprender un estudio sobre la conservación o pérdida de libertad de comunicar en el venezolano de hoy, se evidenciaría el hecho de que nuestra población ha venido perdiendo por sustracción despótica más libertad de recepción que de emisión.

Internet ha devuelto a la entera humanidad receptora su capacidad de emitir a uno o “n” interlocutores. Ese enorme e inesperado regalo democratizador de la tecnología es visto como algo peligroso por todas las dictaduras del mundo (el ministro cubano Ramiro Valdés declaró hace años que Internet era “una invención diabólica del capitalismo para la destrucción del género humano”), y es a la luz de estos criterios como se explica el que el régimen venezolano en el poder mantenga el download nacional como el peor en absoluto de Latinoamérica.

Internet es, para la inmensa mayoría de los usuarios, un aparato receptor, lo que explica, de paso, por qué su velocidad de bajada, o Recepción, es mantenida en unas diez veces superior a su velocidad de subida o Emisión.

El diligente análisis de IPYS sobre velocidad promedio nacional en download debe considerarse pues como análisis de recepción, un estudio enteramente concernido por la Libertad de Recepción mucho más que con la Libertad de Expresión. De allí la pertinencia de haberlo ubicado en el ámbito omnicomprensivo de la Libertad de Comunicar.

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