Tejiendo redes

Constructoras de paz en Venezuela

Una mujer que surge cuenta por dos, dice Osvélida Gil, activista política en Nueva Esparta

A los 83 años de la fundación de AD, una mujer logra en Nueva Esparta ocupar el principal cargo interno, Secretaria General Regional. Gil, afirma que fue valorada su trayectoria y profesionalismo, pero no deja de reconocer que el camino para las mujeres es más largo y luchado, por eso le gusta hacer real el refrán “hierro con hierro se lima”

Ana Carolina Arias – 05/04/24

La palabra fácil no cuenta para las mujeres en la política. En todas las historias el trayecto incluye los términos lucha, defensa, barreras, límites, pero también la frase, lo logré.

Osvélida Gil, activista política del partido Acción Democrática (AD) en el estado Nueva Esparta, es actualmente la única mujer en el país a cargo de la Secretaría General Regional de esa organización, máximo puesto en su estructura en cada estado, un hecho que, en la política resalta.

Vivir en un país cuyo sistema de gobierno, teóricamente es la democracia, afirma que en la participación ciudadana se concretan derechos que este sistema proporciona, y el activismo político es uno de los principales canales para ejercerlo. 

Sin embargo, análisis como el realizado el año pasado por el Instituto de Prensa y Sociedad, Ipys, “Las más jóvenes, las más vulneradas” revela el desencanto que al respecto existe y, por tanto, se queda en el vacío la voluntad para participar e influir en cuestiones de bien público que lleven a cambios que permitan mayor bienestar.

Específicamente el estudio da cuenta que el 68 % de las mujeres consideran que sí es importante participar en actividades democráticas, pero al detallar esta consideración por rango de edad, el dato baja a 51 % entre jóvenes entre 18 y 24 años, lo que indica que el relevo del activismo político es lento.

La trayectoria de Gil respalda esta tendencia, pues cuando arrancó directamente en la política ya tenía 14 años de servicio en la docencia y decidió darle sentido a su crianza vinculada a AD; aquellas romerías blancas a las que la llevaban sus padres, la euforia que se vivía en casa con cada candidato adeco en las elecciones presidenciales y el carnet de su padre firmado por Luis Alfaro Ucero, fundador de AD, diputado y candidato presidencial por ese partido en el año 1998 cuando ganó Hugo Chávez.

“Yo sentía que solamente como profesora no podía ayudar a mis alumnos del liceo La Guardia de todas las carencias que veía. Ya tenía 14 años allí y me di cuenta que podía buscar otros espacios de lucha, así fue como asumí  mi primer cargo político: secretaría de Educación del municipio Tubores por AD”.

Objetivo: influir en las decisiones

Osvélida Gil obtuvo en la Universidad de Carabobo el título de licenciada en Educación, mención Matemática, en el año 1998 regresó a la isla de Margarita y se dedicó a la docencia.

“De simpatizante pasé a activista y me nombraron secretaria de Educación municipal, luego coordinadora de activismo en Nueva Esparta y empecé a relacionarme con líderes del partido porque me correspondía ir a reuniones del Comité Ejecutivo Seccional (CES)”.  

Luego pasó a ser Subsecretaria de Organización y después Secretaria como tal, trayecto en el que desarrolló la habilidad de trabajar siguiendo una estructura, “porque es una característica de nuestro partido, y me dediqué a eso, a la organización, a lograr que cada estructura funcione”.

Analizando este camino, considera que le ayudó mucho su profesión, es metódica y organizada. “El hecho de tener tantas dificultades en el trabajo fue lo que me llevó a aceptar la Secretaría de Educación municipal. Yo quería contribuir a que mis alumnos, mi comunidad, tuvieran mejor calidad de vida, pero sentía que sólo desde el sistema educativo no podía hacerlo, que necesitaba influir sobre quienes cambian currículo y crean directrices, y para eso tenía que entrar en la política”.

Sin embargo, el partido de su niñez y después de la madurez, tiene una historia femenina débil, según lo han escrito algunas de sus lideresas y lo denota el hecho que, al menos los máximos cargos regionales los ocupan hombres, y en la actualidad, en el ámbito nacional, el principal cargo, Secretario General de Organización es un hombre, y sólo después en las secretarías administrativas, femenina y juvenil, hay mujeres.

Sobre  esta característica, en un artículo titulado “Acción Democrática, con nombre de mujer”, la abogada Paulina Gamus – destacada durante sus años como diputada del Congreso Nacional, concejal de Caracas, ministra, articulista, luchadora por el establecimiento de cuotas de participación femenina en su partido y activista nacional e internacional en movimientos de género -, rechaza que en el acta fundacional del partido no estuviera el nombre de alguna mujer, y manifiesta que su rol solo fue reivindicado en 1946 cuando 10 mujeres fueron parte de la Asamblea Nacional Constituyente, pero no fue un avance sostenido.

Recuerda que salvo el caso de Dori Parra, quien ejercía liderazgo en su estado como gobernadora entre los años 1975 y 1977, era imposible para alguien que no fuese miembro de la Dirección Nacional del Partido (Comité Ejecutivo Nacional) o de las direcciones regionales lograr la postulación y posterior elección al Congreso de la República. “En AD existían las Secretarías de Profesionales y Técnicos, Sindical, Agraria, de Educación, etcétera. Pero las mujeres debieron contentarse, por años, con un Departamento Femenino sin categoría para que su directora, Elia Borges de Tapia, formara parte del CEN del Partido”. 

Hablamos del año 1981, misma época cuando Paulina Gamus, conoció que el Partido Laborista de Israel incluía una cuota obligatoria de 15 % de mujeres en todos los cargos de dirección partidista y que la misma cuota se aplicaba en los partidos socialdemócratas de los países escandinavos. Llevó la idea al Departamento Femenino de su partido AD, pero ninguna de sus integrantes la creyó posible. “Algunas mujeres dirigentes de Copei y del MAS consideraron que era una vergüenza obtener cargos partidistas por esa vía”, resalta en su artículo.

Sin embargo, un año después la Convención Nacional de 1982 que eligió a Jaime Lusinchi como secretario general, aprobó la reforma estatutaria que incluyó una cuota femenina de 10 %, pero igual siguieron barreras, pues en el primer mandato de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) no hubo mujeres.  En el de Jaime Lusinchi (1984-1989), cinco mujeres, pero en diferentes momentos.  En el segundo de CAP (1989-1993) hubo cinco ministras, y fue el mayor número de mujeres en un gabinete de la era democrática.

¿Capacidad o cuota?

El piso teórico y legal para las mujeres se ha fortalecido, pero en la práctica todo indica que no ha sido suficiente para que avancen sin barreras ni menosprecio. La Constitución del año 1945 plasma las primeras normativas para la participación política de la mujer en Venezuela. De allí hasta la última reforma y actual Constitución, 1999, se ha ido ampliando el rango de consideración hacia la mujer en cuestiones de estado civil, trabajo en el hogar, seguridad social, y otros elementos de igualdad.

Este camino ha tenido avances, pero también reveses. El informe de la Cepaz Participación política de las mujeres en Venezuela, construyendo caminos para la paz y la democracia, afirma que la crisis multidimensional forma parte de los factores que entorpecen el acceso de las mujeres a los espacios de poder. Por ejemplo, porque en medio de una emergencia humanitaria compleja las mujeres se han visto afectadas de manera diferenciada y se han acentuado los roles y estereotipos de género que las asocian al trabajo de cuidado desplazándolas de la política. Otro ejemplo que podemos señalar es que los partidos políticos en este contexto asumen otras prioridades en la lucha por alcanzar el poder y no abren oportunidades al liderazgo femenino, tampoco invierten recursos en el empoderamiento y la capacitación de las mujeres. 

 

Aunado a este contexto de crisis, nos encontramos con barreras institucionales y normativas, en donde el Estado “no ha hecho esfuerzos suficientes, genuinos y efectivos para fortalecer el papel de las mujeres en la política, permitiendo el desequilibrio que aún persiste entre hombres y mujeres al momento de disputarse cargos influyentes y de alta jerarquía”, cita el informe.

Por estas realidades, es que Osvélida Gil asegura que las mujeres deben prepararse cada vez más, estudiar, ser profesionales, para demostrar que más allá de una obligatoriedad legal su participación es porque saben hacer la tarea.

“Todas las mujeres tenemos que ocupar puestos por capacidad, no por cuota femenina, porque tenemos las competencias suficientes”, es su posición, porque apuesta a la profesionalización, al conocimiento, y por eso no duda en afirmar que su último ascenso, Secretaria de Organización Regional, fue producto de la evaluación a su trabajo y al del equipo que dirige.

“Son hombres los que evaluaron mi desempeño, pero supieron valorar lo que soy como profesional, como activista y como mujer, y eso me da orgullo”.

Reconoce que sí hay una brecha que enfrentan las mujeres en la política, porque justamente la estructura de organización que existe hace largo el camino, de hecho el Instituto Nacional Democrático (NDI, por sus siglas en inglés) cataloga como violencia política de género desalentar a las mujeres de ser o de convertirse en políticamente activas. 

“Yo siento que mi caso no es particular, que en política las mujeres sí estamos haciendo valer que servimos café, arreglamos sillas, pero también nos sentamos en el presídium, expresamos lo que sentimos y nuestros llamados tienen poder”.

Esto no significa desconocer la cultura machista que envuelve la política. “A las mujeres nos cuesta más ser activistas políticas; cuando hay reuniones los hombres muchas veces se quieren imponer, pero allí es donde está nuestra inteligencia, escuchar y después hablar, porque lo que sí no podemos tener es temor a exponer el criterio que se tenga, no podemos dejarnos apabullar, yo en todas partes defiendo lo que creo, porque esto nos viene de generaciones, pero nos toca hacernos sentir con estrategia, con ideas serias, exposiciones que merecen ser escuchadas”, dice la secretaria.

En AD las mujeres tienen historia

En donde nació Osvélida Gil, municipio Tubores, es precisamente donde aún quedan signos del matriarcado que durante años marcó al estado Nueva Esparta. Allí, las poblaciones llevan los apellidos de las mujeres: Las Hernández, Las Guevaras, Las Giles, que recuerda a Esther Gil, conocida como “la matrona”, activista política y luchadora social en favor del bien común, prima del papá de Osvélida.

En el periodo 2023 la presidenta del Consejo Legislativo, Mayryn Bruzual, salió del activismo político en ese municipio, y la actual autoridad municipal de esa jurisdicción es Iraima Vásquez, que ha repetido en el cargo. También, Nueva Esparta fue el primer estado en elegir una gobernadora, Irene Sáez, en 1999.

Sin embargo, la realidad numérica de participación no resalta entre los hombres. Actualmente, en cargos de elección popular en la entidad hay dos alcaldesas, de 11 municipios que conforman el estado, y en el Poder Legislativo hay tres legisladoras principales de siete cargos posibles, en tanto que la representación neoespartana en la Asamblea Nacional cuenta con dos mujeres de seis cargos que corresponden a la región.

Basada en este tipo de números que son los que caracterizan el país, Anais López, especialista en estudios de género, sostiene que si bien en este momento pareciera políticamente incorrecto decir que no hay participación de la mujer, a lo que tenemos que ir es a explorar el tipo de participación que existe, y si la vocería representa los intereses de las mujeres.

La apreciación la expuso durante una conversación en el espacio “Con la luz”, de Efecto Cocuyo sobre el desafió de la mujer venezolana, y agregó que, “las mujeres deben trabajar su papel de liderazgo, porque hace años las mujeres se pusieron metas en trabajo, estudios, que era donde se marcaba la desigualdad, y lo lograron, pero la cultura venezolana sigue señalando a las mujeres que salen de su casa, y no puede existir desarrollo si la mitad de población no tiene iguales derechos, porque no es que pobrecita las mujeres hay que darles participación, sino que toda la fuerza laboral del país es necesaria para salir adelante”. 

Gil utiliza la expresión “hierro se lima con hierro”, para destacar que lo más importante cuando una mujer avanza es darles la mano a otras, “tenemos que buscar más mujeres, incentivarlas, que vean que sí se puede. Que por una que surja ya contemos dos. Yo estoy rodeada de mujeres jubiladas y les pido que me acompañen, que nos levantemos entre todas, porque los objetivos de la vida se logran con trabajo en equipo. Aplico la teoría de la Gestalt, la suma de las partes consolida el todo”, afirma, y espera que muchas lo hagan para que se desvanezca la idea que luego que se llega a un cargo hay que replegarse, o para mantenerse no hay que seguir luchando por otras. 

“Hay muchos paradigmas que aún debemos cambiar. Es verdad que a los hombres no les consultan si tienen tiempo para hacer diversas actividades, mientras que en las mujeres se ve como una proeza las tareas y roles que cumple de manera simultánea, pues resulta que usted caballero también puede hacer todas esas tareas, porque aquí hay que dividirse el trabajo y avanzar juntos”, completa al final de la entrevista.